27 ago 2011

Capítulo 12

Amy palideció. La angustia se apoderó de todo su cuerpo durante unos segundos que le parecieron eternos. No contestó.
-¿Amy? ¿Sigues ahí?
-¿Quién ha sido? ¿Le has visto el rostro?- Preguntó casi mecánicamente.
-No, no los he visto. Por favor, ven...- Dijo sollozando.
-Pero, ¿estás bien? ¿Te han hecho algo?- Preguntó asustada mientras que se colocaba el teléfono sobre el hombro y cogía de su armario lo primero que encontró empezando a ponérselo.
-Sí, tranquila, estoy bien, pero por favor, date prisa en...
Se cortó la llamada. Amy se quedó un momento en silencio.
-¿Michael?- Preguntó asustada.- ¿Michael? ¿Sigues ahí? No puede ser... ¡Mierda!
Tiró el teléfono sobre la cama sin reparar siquiera en que terminó cayendo al suelo. Terminó de vestirse lo más rápido que le fue posible, y se apresuró en coger el coche y salir en dirección al bosque. Ella más que nadie sabía que no podía conducir con el brazo en esas condiciones, pero se tenía que arriesgar. No podía perder tiempo. No sabía lo qué le podría haber pasado, ni por qué se cortó la llamada, pero tenía un mal presentimiento.

Michael apagó la única bombilla que iluminaba la estancia. Pensó que si volvían, les sería más difícil localizarle sin ningún punto de luz que les indicara dónde estaba. Estaba asustado. Tenía la respiración agitada y el corazón le iba a mil por hora. Intentó tranquilizarse pensando que no era probable que volvieran a venir a por él, pero la idea de volver a tener que esconderse en el sótano, durante más de hora y media le provocó un escalofrío. Se sentó en el sofá con su revólver en la mano. No sabía por qué razón alguien había intentado matarle. Aunque, no podía ser una casualidad, ya le había pasado alguna vez desde que dejó Neverland.
El sonido de unos pasos en el exterior le sacó de sus pensamientos. Miró hacia la ventana asustado. Aunque no vio a nadie, se levantó rápidamente del sofá para correrlo hacia la pared, y ponerse detrás, a modo de defensa. Se tiró al suelo, y cargó la pistola. Escuchó horrorizado, como aporreaban la puerta.
-¿Michael? Michael, soy yo, abre…
Michael no reaccionó. Amy había venido. Creía que no vendría, que no era lo suficientemente importante, o que simplemente, no le creería.
-Michael… ¿Estás ahí?- Dijo con voz quebrada.
Michael se guardó la pistola en el bolsillo interior de la chaqueta y salió lo más rápido que pudo a abrir la puerta.
Amy escuchó la cerradura y soltó un suspiro. Michael estaba bien. Eso la tranquilizó por completo. En cuanto abrió la puerta lo miró de arriba abajo y lo abrazó casi sin pensarlo hundiendo la cabeza en su pecho. Michael se sorprendió pero no tardó en devolverle el abrazo.
Amy se separó de golpe carraspeando, aparentemente, avergonzada por su repentino impulso.
-¿Estás bien?- Preguntó intentando no parecer muy afectada.
-Sí, claro - Respondió Michael confuso.- Al final has venido.- No pudo evitar que una sonrisa se escapara de sus labios.
-Claro, ¿cómo no iba a venir?- Dijo mientras que ambos entraban en la casa.
-No sé, pensé que no me considerarías lo suficiente importante como para perturbar tu sueño.
-Pues te equivocas.- Respondió molesta.
-¿En serio?- Michael la miró sorprendido.
-Estoy metida en este embrollo por ti, me salvaste la vida y prometí ayudarte.- Dijo ella con repentina serenidad- Lo prometido es deuda.
Michael se acercó hacia el sofá y lo volvió a arrastrar con esfuerzo hacia su sitio. Hizo un gesto indicándole a Amy que se sentara.
-Bueno, ¿Y me puedes contar qué es lo que se supone que ha pasado?- Preguntó mientras que se sentaba.
-Eran dos hombres. Vestidos de negro, muy altos y estaban armados. Estaba en el exterior, no sé si has visto la trampilla que da al sótano. Estaba allí comprobando el depósito de agua, me he quedado sin ella, y cuando salí los vi forzando la entrada de la cabaña.
-¿Y como sabes que querían matarte? ¿No piensas que es posible que fueran agentes de la policía?
-No, vi su vehículo aparcado cerca de aquí, no era de la policía. No es la primera vez que veo ese coche.
Amy lo miró sin comprender.
-No sería tan fácil para ti olvidar un coche con el que han intentado atropellarte- dijo él algo ansioso.
-Bueno, pero parece que para tí es fácil olvidar acontecimientos importantes- dijo Amy entrecerrando los ojos.
Michael la miró dolido pero no dijo nada. Era normal que ella tuviera tantas dudas y desconfiara de él, pero  le dolía.
-No me vieron, pero me asusté. Así que esperé algunas horas en el sótano hasta que salí y comprobé que se habían marchado- siguió él.
-¿Y por qué tenías las luces apagadas? 
-Ya te he dicho que tenía miedo, quería que si volvían pensaran que no me encontraba en casa. Mi teléfono se quedó sin batería. No pude volver a llamarte, lo siento.
-Por cierto, pensé que no tenías cobertura en este lugar- dijo ella arqueando una ceja.
-Bueno, en realidad mentí- dijo Michael con una risita- Quería que te quedaras conmigo esa noche.
Amy se ruborizó y permaneció en silencio. Finalmente se levantó del sofá y dijo:
-Es muy tarde, debo volver a casa. Te aconsejo que busques otro lugar donde quedarte, supongo que esta cabaña no es segura.
-Cierto, no voy a poder permanecer aquí por mucho más tiempo, me he quedado sin agua corriente y auguro que el generador eléctrico no durará mucho.
Amy asintió y se dirigió a la puerta de la cabaña. Antes de que pudiera salir, Michael le pregunto lo que había estado temiendo.
-No tengo a donde ir, no puedo volver a Neverland. ¿Podría quedarme en tu casa?
Amy se volvió y lo miró inexpresiva.
-Michael, no creo que sea buena idea.
-¿Por qué? ¿No vives sola?
Amy suspiró. Podía decirle que no y dejarlo allí, pero eso significaba que era probable que aquellos hombres regresaran y le hicieran daño. Amy no quería eso, pero tampoco quería dejarlo entrar en su casa como si tal cosa. Sin embargo, no tenía opción.
-Está bien, pero vas a tener que dormir en un sofá- dijo suspirando finalmente.
-No me importaría si tuviera que dormir en el suelo con tal de irme de aquí- dijo Michael sonriendo.
Amy no sonrió. Se dio cuenta de que Michael ya tenía sus cosas preparadas para marcharse, supuso que ya se había hecho a la idea de que aceptaría su propuesta. Se sintió bastante tonta. Le hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera y así lo hizo. 

-¿Estás segura de que puedes conducir con el brazo así?- dijo Michael preocupado una vez estaban ambos en el vehículo de Amy.
-Sí- dijo Amy bruscamente mientras arrancaba el coche.
Michael decidió no decir nada, ella se veía demasiado tensa. No hacía falta ser ningún genio para darse cuenta de que él era la causa de su frialdad. En esos momentos, Michael se sintió egoista. Esa muchacha estaba arriesgando todo por un hombre al que conocía hacía apenas unos días. Y él no hacía más que darle problemas.
-En tan poco tiempo han pasado tantas cosas, esto es una pesadilla- dijo ella de pronto.
Michael no dijo nada, después de todo había sido él el que había formado esa pesadilla.
-Hace unos días que nos conocemos y ya te vas a trasladar a mi casa. Encantador.
-Si todo va bien y me salvas estaré encantado de conocerte mejor. Quizás entonces exista alguna buena razón por la que debamos vivir juntos.
Amy ignoró su comentario y le informó de que ya habían llegado. Aparcó el modesto vehículo en frente de la puerta de entrada a la casa y salió del mismo dando un portazo. Michael hizo lo mismo y fue tras ella. Ambos entraron en la vivienda y Amy cerró con llave la puerta tras ellos.
-Antes de nada quiero dejar varias cosas claras- dijo ella dándose la vuelta y mirándolo seriamente- Sé que estoy metida en esto hasta el cuello, pero espero que te portes bien y no dejes que nadie te vea en mi casa o cerca de ella. Si recibo alguna visita deberás esconderte.
-Tranquila, no hace falta que me lo digas. 
-Esta es mi casa y sé que es pequeña y no es gran cosa- siguió ella- Por eso quiero que respetes mi espacio vital y que no te acerques a mi a menos de un metro.
Michael la miró atónito.
-No pensabas lo mismo hace un rato cuando te has lanzado a mis brazos en la casa del bosque.
Ella se ruborizó exageradamente y abrió la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido de ella. Michael sonrió complacido. Amy lo fulminó con la mirada y se limitó a conducirlo hacia el salón e indicarle dónde dormiría desde ese momento. Amy tenía razón, la casa era algo pequeña, pero al lado de la cabaña del bosque parecía una mansión. Disponía de un salón, una cocina, un pequeño cuarto de baño y un dormitorio.
-Buenas noches- dijo Amy fríamente cerrando la puerta de su dormitorio.
-Buenas noches, Amy- susurró Michael frente a la puerta cerrada aun sabiendo que ella no le escuchaba.
Michael entró en el cuarto de baño y se puso su pijama rojo. Se tumbó en el sofá y se cubrió con una manta que Amy le había dejado. Sabía que le resultaría imposible dormir, sobre todo por el giro tan inesperado que había dado su vida. Había tantos miedos que nadaban en el océano de su mente. Había recordado algo ese día, cuando Amy le dió la libreta bancaria. No, no se lo había dicho a Amy todavía, y no se lo diría de momento. Aunque lo que había recordado no lo dejaba más tranquilo, de hecho le horrorizaba. Empezaba a dudar más todavía de su propia inocencia.

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