24 ago 2011

Capítulo 10

Michael volvió a su refugio, pensando en lo ocurrido. ¿Sería aquella chica capaz de guardarle su secreto? ¿O simplemente le había engañado para luego arrestarlo y cumplir con su trabajo? Las ideas se amontonaban en su cabeza, y no sabía qué hacer ni cómo actuar. Tal vez no debería haberla dejado sola. Podría haber cambiado de opinión. ¿Y si lo había hecho? ¿Y si pronto un grupo de agentes de policía llegaban a su refugio y lo arrestaban por un delito que no sabía ni siquiera si había cometido? Tenía que irse de allí. Buscar otro escondite, ahora que tenía la oportunidad de escapar. Luego podría ser demasiado tarde. Cogió la mochila en la que trajo toda la ropa, y empezó a meterla de nuevo, sin ningún tipo de delicadeza. Se iría de allí a la noche, con una linterna en la mano, aunque pudiera ser peligroso. Así reduciría las posibilidades de que le pudieran encontrar.

Amy salió del hospital sin ningún tipo de problema. El tobillo no le dolía, debido al efecto que ejercían los calmantes sobre ella, pero sabía que la lesión estaba allí. Un pequeño esguince, quizás. Decidió tomar un taxi que la llevara de camino a su casa.
Una vez allí, empezó a pensar en lo ocurrido. ¿De verdad había pasado la noche en una mugrienta casa perdida en el bosque, con Michael Jackson? Le pareció surrealista, pero así había sido, y le hizo una promesa. En ese momento se arrepintió de no haberlo arrestado. Se hubiera evitado muchos problemas que de seguro llegarían con el tiempo, pero, la forma en la que le miró, y la aparente sinceridad de sus palabras, se lo impidieron.
Se colocó el uniforme y se preparó como pudo, ya que su brazo le impedía hacerlo con facilidad. Cogió el teléfono y llamó a un taxi para que viniera a recogerla a la puerta de su casa, y la llevara a comisaría.
Una vez allí, el primero con el que se cruzó fue con Dave, Dave Miller. Posiblemente, una de las personas a las que menos le apetecía ver en ese momento.
-Hola preciosa.- Dijo Miller levantando una ceja.
Amy siguió caminando, sin ni siquiera levantar la cabeza para mirarle. Miller empezó a andar detrás de ella.
-¿No piensas contestarme? ¿Qué te ha pasado? Ayer no viniste a trabajar, y esta mañana tampoco.
-Me caí - Dijo Amy de mala gana mientras seguía andando.
-No me hables así, eres mi compañera y me preocupo por ti.
-Lo siento- dijo ella suspirando exasperada.
-Vaya, veo que no estás de humor. ¿Y ese brazo?
Amy se sentó en su escritorio y volvió a fijarse en su escayola.
-Tuve un accidente en el bosque.
-¿En el...?
En ese momento, el inspector Carpenter irrumpió en el despacho, abriendo la puerta de golpe, sin ni siquiera llamar. Los dos policías se sobresaltaron.
-Agente Cohen, me alegro de volver a verla.
-Gracias, inspector.
-Bueno, venía para citarla en mi despacho dentro de cinco minutos, junto al agente Miller.- Dijo mientras que desviaba la vista hacia el.- Pero, ya que os encuentro a los dos aquí, no me iré por las ramas. Hemos conseguido la orden de registro de la casa del señor Jackson.
El inspector sacó de una carpeta roja que llevaba bajo el brazo, un folio que puso encima de la mesa de Amy.
-Eso quiere decir que podemos ir esta misma tarde, ¿cierto?- preguntó Miller al inspector mientras que leía el documento.
-Así es, es más, tienen que ir esta tarde. Cuanto antes terminen con este tema mejor, puesto que no creo que un personaje mediático, como el señor Jackson, se dedique a ir cometiendo asesinatos. Como ya dije, ese testigo puede ser un simple gracioso con ganas de molestar.
El inspector salió del despacho sin añadir nada más.
Amy se quedó en silencio. Podría hablar en ese momento, y quitarse esa preocupación de encima. Terminarían con el caso mucho más rápido. Michael sería detenido, y ella no tendría que jugarse su puesto de trabajo.
-¿Amy?- Dijo Miller mientras que le pasaba la mano por delante de la cara intentando sacarla de sus pensamientos.
-¿Qué?
-¿Nos vamos?
-Sí, claro.- Dijo levantándose de la silla.
-Conduzco yo, no creo que en tus condiciones puedas- dijo Miller mientras se dirigía a la puerta.
-Qué observador- añadió ella poniendo los ojos en blanco y siguiéndole.

Bill escuchó el timbre de la puerta principal de Neverland, y al asomarse a la puerta y ver a los dos agentes de policía a lo lejos, un escalofrío recorrió su espalda. Llevaba dos días enteros sin saber de Michael. Por una parte quería saber lo que pasaba, pero por otra, tenía miedo de que le pudieran dar alguna mala noticia. Se apresuró en salir a recibirlos.
-Buenos días, agentes.- Les saludó Bill mientras que abría el portón con un manojo de llaves.
-Buenos días.- Contestó Amy secamente.
-Tenemos una orden de registro- Dijo Miller mostrándosela a Bill.
-¿Cómo? ¿Una orden de registro? ¿Van a registrar Neverland?
-Así es. Así que si fuera tan amable de dejarnos pasar a llevar a cabo nuestra tarea, se lo agradeceríamos.
-Sí, por supuesto.- Dijo Bill confuso mientras se apartaba para dejarles pasar.
Les acompañó hasta llegar a la entrada de la casa principal, donde les dejó que hicieran su trabajo. Empezaron a investigar en el dormitorio de Michael. Ambos empezaron a inspeccionar todos los rincones de la estancia. Amy abrió el primer cajón de la mesita de noche y encontró una libreta bancaria. Comprobó anonadada que Michael tenía bastantes problemas econónimos.
-Aquí no veo nada raro, ¿y tú por allí?- Dijo Miller mientras que revisaba los cajones de una gran cómoda de madera de roble que había junto a la ventana.
-Está todo limpio. No veo nada fuera de lugar por aquí- dijo Amy nerviosa, evidentemente mintiendo. Se metió rápidamente la libretita en el bolsillo de la chaqueta y hizo como que se ajustaba la ropa cuando Miller se dio la vuelta.
-¿Estás bien?- dijo él mirándola con suspicacia.
-Perfectamente- mintió ella.
-Está bien, cambiemos de habitación.
Tras buscar posibles pruebas en varias de las habitaciones de la propiedad, entraron al despacho de Michael, donde posiblemente, sí que podrían encontrar alguna pista.
-Bueno, si no encontramos nada aquí, nos vamos, ¿no?- Preguntó Amy con nerviosismo mientras que revisaba uno a uno los papeles que descansaban sobre la mesa, con alguna dificultad por parte de su brazo.
-Sí, no creo que encontremos nada que nos sorprenda.
-Aquí no hay nada, mejor vámonos ya- dijo Amy ansiosa después de dar un rápido vistazo a la habitación.
-Espera…- Dijo Miller aparentemente sorprendido, mientras que sacaba un arma del último cajón del escritorio.
Amy abrió los ojos como platos.
-No puede ser…- Dijo sorprendida.
-Dame una bolsa, rápido.
Amy le dio una bolsa de plástico transparente, donde metió el arma para llevársela consigo como prueba del asesinato.
-Es suficiente.- Dijo levantándose del suelo.- Ya nos podemos ir. Habrá que llevar el arma al laboratorio para que la examinen.
-Sí…

Estaban los dos sentados en los asientos delanteros del enorme coche negro de la policía.
-Me gustaría que me explicaras qué te pasó exactamente en el bosque- dijo él sin arrancar el coche todavía.
Amy lo miró molesta y se percartó de que él no tenía intención de arrancarlo sin saber toda la historia.
-¿Tiene mucha importancia?- dijo ella desviando la mirada.
Miller mantenía sus ojos azules clavados en ella. Amy volvió a mirarlo molesta, no entendía por qué se mostraba tan interesado en su accidente.
-Simplemente me caí- añadió intentando sonar segura.
Miller asintió y se dispuso a arrancar el coche. Debía de creerla, después de todo, no era mentira. Sí, se había caído, lo del agujero y Michael era algo secundario.
-Miller yo... me gustaría... decirte algo- dijo Amy angustiada casi sin pensar. 
Él la miró ansioso, como si supiera o se esperara lo que Amy iba a decir a continuación. Ella lo miró un poco confusa, sí, quería decirle todo lo que había pasado. Quería desahogarse. Sin embargo guardó silencio.
-Adelante- dijo él impacientemente.
-Bueno, esto no es fácil...-dijo ella arrepentida de su insensata decisión. Los ojos de Michael volvieron entonces a su mente. No podía, simplemente no podía defraudarlo.
Miller arqueó las cejas.
-Bueno, yo me preguntaba... si sería mucha molestia que me invitaras a cenar esta noche- dijo ella diciendo lo primero que se le pasó por la mente.
Miller sonrió satisfecho.
-Sabes que no es ninguna molestia, nena- dijo mostrándole a Amy su perfecta e inmaculada sonrisa- Paso por tu casa a recogerte a las ocho.
Amy sonrió ligeramente sintiendo nauseas ¿En qué demonios estaba pensando?
Miller arrancó el coche y condujo hasta la comisaría. La noticia de que habían encontrado un arma en la casa Michael, impresionó bastante al inspector Carpenter, que pronto se la llevó para examinarla y ver si coincidía con las balas que había acabado con Corozzo y así descubrir si era el arma homicida.
Lo que restaba de tarde, a Amy le pareció una eternidad. No paraba de pensar, Michael le había traicionado. Él era el asesino, y seguramente lo sabía. Tenía que ir a hablar con él, y dejarle las cosas claras, pedirle explicaciones de lo ocurrido, y si lo creía necesario, arrestarlo.

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