14 sept 2011

Capítulo 13

El despertador resonó por toda la habitación. Amy gruñó y lo apagó de un manotazo. Se levantó de la cama sin ganas y se vistió casi inconscientemente. Salió de la habitación frotándose los ojos y vió a Michael saliendo del cuarto de baño con su pijama rojo y cara de sueño. Amy se sobresaltó, había olvidado que Michael estaba allí. Éste bostezó y le hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo. A Amy le hubiera parecido graciosa la escena de no ser por la gravedad de la situación. Michael no estaba en su casa precisamente para pasar unas vacaciones.
-¿Qué haces despierto a estas horas?- le pregunto Amy mientras lo seguía hasta el salón- Apenas son las siete de la mañana.
-También tú estás despierta ¿Vas a trabajar?
Amy asintió mientras que volvía al cuarto de baño a lavarse la cara y los dientes. Frunció el ceño al observar que en el vaso de cristal donde estaban su cepillo y pasta de dientes había otro cepillo, seguramente el de Michael. Además estaba peligrosamente al lado de el suyo, lo que la sacó de sus casillas. Sin entender por qué, se sintió amenazada. Cogió el cepillo extraño y salió del cuarto de baño. Entró en el salón donde estaba Michael sentado en el sofá, todavía en pijama, observando toda la habitación con devoción.
-¿Que es esto?- preguntó ella bruscamente blandiendo el cepillo de dientes delante de su cara.
Michael dio un respingo y parpadeó perplejo mirando la cara molesta de Amy.
-¿Mi cepillo de dientes, tal vez?- dijo él arqueando las cejas.
-¿Has usado mi pasta de dientes?- volvió a preguntar indignada.
-¿Tiene algo de malo?- dijo Michael confuso. Volvió a pestañear y fijó sus ojos oscuros e inocentes en los de Amy haciendo que esta se ruborizara.
-¡No toques mis cosas!- dijo ella enfadada al notar que su cara ardía. Le tendió el cepillo a Michael y este lo tomó molesto.
-Vaya, lo siento Doña Perfecta- dijo mientras guardaba el objeto en su mochila- Puedes estar tranquila, no volveré a tocar nada tuyo.
Amy se ruborizó aun más. Quizás estaba exagerando. Quizás simplemente le tenía miedo a Michael ¿Debería? No lo sabía, apenas le conocía pero había descubierto una cosa: que le era imposible decirle que no ¿Por qué?
Amy regresó al cuarto de baño y al cabo de un rato volvió al salón. Cogió su bolso y mientras comprobaba que no le faltaba nada, dijo:
 -Supongo que no hará falta que te lo diga, pero no abras la puerta a nadie ni contestes al teléfono en mi ausencia.
-No, mamá- bromeó Michael que no parecía ya molesto por la reprimenda de Amy.
Amy no pudó evitar sentirse un poco culpable. Sin embargo no se disculpó, se dió la vuelta y se dispusó a irse cuando la voz de Michael a su espalda la detuvo.
-¿Tienes planes para esta tarde?- dijo él tímidamente.
-¿Por qué?- dijo Amy desconcertada dandose la vuelta.
-Había pensado que si me llevaras a la escena del crimen los recuerdos quizás vuelvan a mi cabeza- dijo él seriamente.
Amy se ruborizó un poco, por un momento había pensado...
-No sé si es buena idea, alguien podría verte conmigo y...
-Oh, vamos- la interrumpió Michael- Nadie me reconoció cuando te llevé al hospital ¿Por qué ha de ser distinto esta vez?
-No sé si tendré que quedarme hasta tarde trabajando, así que no te prometo nada- dijo Amy malhumorada- ¿Has recordado algo por ahora?
La respuesta era sí. Había recordado el principio. Y tenía miedo de lo que había recordado. Todo había empezado con los problemas en su economía, sí, había derrochado demasiado dinero y estaba casi en la ruina. Había pensado en pedir un préstamo al banco pero ¿Podía alguien asegurarle que nadie vendería la historia a la prensa? Evidentemente no, y había cometido una insentatez. Había pedido ayuda a quién no debía y ahora estaba metido en un buen lío. Pero no debía contarle nada a Amy hasta estar seguro.
-No- mintió.
-Está bien- dijo Amy suspirando- Te veo luego.
A continuación cerró la puerta dejando a Michael solo en su casa.

-Eh preciosa, siento lo de anoche.
Amy dió un respingo y levantó la cabeza de unos documentos que estaba leyendo.
-Miller, te tengo dicho que toques a la puerta antes de entrar- dijo Amy malhumorada mientras observaba a Miller acercarse a su escritorio.
-Alguien se ha levantado con el pie izquierdo esta mañana- dijo divertido.
-¿Vienes por algo en especial?- dijo ella suspirando, intentado ser lo más amable posible.
-No, solo quería saludarte y disculparme ¿Qué haces?- dijo mientras observaba los papeles que había esparcidos por la mesa.
-Carpenter me ha pedido que revise un caso de robo- dijo ella despreocupadamente- Por cierto, ¿Sabes algo del arma que encontramos en casa del señor Jackson?
Miller frunció el ceño, lo que hizo que Amy se pusiera nerviosa.
-No, no sé nada, todavía no tienen los resultados. Están muy ocupados ultimamente en el laboratorio, supongo que los asesinatos y accidentes de pobres e inocentes civiles tienen más importancia que el de un mafioso. Sinceramente, quién quiera que sea el asesino, le ha hecho un gran favor a la policía- dijo Miller y soltó una carcajada.
-También les ha hecho un favor a otras mafias, supongo- dijo Amy poniendo una mueca.

A la hora del almuerzo, Amy ya había terminado el trabajo que le había encomendado el inspector Carpenter. Guardó todos los folios en su correspondiente carpeta y se dirigió al ascensor para subir a la planta en donde se encontraba el despacho de Carpenter. Tocó a la puerta y como nadie acudió a abrirla, optó por entrar por ella misma. No había nadie en el despacho, probablemente el inspector estaría comiendo o bien su turno había terminado. Dejo la carpeta encima del escritorio y dejó la habitación. Cuando se dirigió al ascensor pasó por delante del laboratorio. Se detuvo. Repentinamente tuvo el impulso de echar un vistazo a su interior. Se acercó y miró a través de la puerta de cristal, no había nadie, lógico, considerando que era la hora del almuerzo. Abrió la puerta y entró sigilosamente ¿Qué estaba haciendo? Recorrió con la mirada toda la estancia hasta que sus ojos se posaron en una estantería donde descansaban un montón de cajas. Se acercó y observó las etiquetas que había en cada una. Cuando vio una en la que rezaba "Nicholas Corozzo" la cogió y la puso encima de una mesa. Después de rebuscar entre un montón de objetos cuidadosamente envueltos en plástico, encontró lo que estaba buscando. Tomó la bolsa de plástico que contenía el arma y la metió rápidamente en su bolso. Después dejó la caja en su sitio y se apresuró a salir de allí. Su turno acababa a la hora de comer, era hora de volver a casa. Volvió a la primera planta y salió del edificio, como de costumbre, como si todo fuera bien. Fue al llegar al coche cuando pensó por qué lo había hecho ¿Por qué?

27 ago 2011

Capítulo 12

Amy palideció. La angustia se apoderó de todo su cuerpo durante unos segundos que le parecieron eternos. No contestó.
-¿Amy? ¿Sigues ahí?
-¿Quién ha sido? ¿Le has visto el rostro?- Preguntó casi mecánicamente.
-No, no los he visto. Por favor, ven...- Dijo sollozando.
-Pero, ¿estás bien? ¿Te han hecho algo?- Preguntó asustada mientras que se colocaba el teléfono sobre el hombro y cogía de su armario lo primero que encontró empezando a ponérselo.
-Sí, tranquila, estoy bien, pero por favor, date prisa en...
Se cortó la llamada. Amy se quedó un momento en silencio.
-¿Michael?- Preguntó asustada.- ¿Michael? ¿Sigues ahí? No puede ser... ¡Mierda!
Tiró el teléfono sobre la cama sin reparar siquiera en que terminó cayendo al suelo. Terminó de vestirse lo más rápido que le fue posible, y se apresuró en coger el coche y salir en dirección al bosque. Ella más que nadie sabía que no podía conducir con el brazo en esas condiciones, pero se tenía que arriesgar. No podía perder tiempo. No sabía lo qué le podría haber pasado, ni por qué se cortó la llamada, pero tenía un mal presentimiento.

Michael apagó la única bombilla que iluminaba la estancia. Pensó que si volvían, les sería más difícil localizarle sin ningún punto de luz que les indicara dónde estaba. Estaba asustado. Tenía la respiración agitada y el corazón le iba a mil por hora. Intentó tranquilizarse pensando que no era probable que volvieran a venir a por él, pero la idea de volver a tener que esconderse en el sótano, durante más de hora y media le provocó un escalofrío. Se sentó en el sofá con su revólver en la mano. No sabía por qué razón alguien había intentado matarle. Aunque, no podía ser una casualidad, ya le había pasado alguna vez desde que dejó Neverland.
El sonido de unos pasos en el exterior le sacó de sus pensamientos. Miró hacia la ventana asustado. Aunque no vio a nadie, se levantó rápidamente del sofá para correrlo hacia la pared, y ponerse detrás, a modo de defensa. Se tiró al suelo, y cargó la pistola. Escuchó horrorizado, como aporreaban la puerta.
-¿Michael? Michael, soy yo, abre…
Michael no reaccionó. Amy había venido. Creía que no vendría, que no era lo suficientemente importante, o que simplemente, no le creería.
-Michael… ¿Estás ahí?- Dijo con voz quebrada.
Michael se guardó la pistola en el bolsillo interior de la chaqueta y salió lo más rápido que pudo a abrir la puerta.
Amy escuchó la cerradura y soltó un suspiro. Michael estaba bien. Eso la tranquilizó por completo. En cuanto abrió la puerta lo miró de arriba abajo y lo abrazó casi sin pensarlo hundiendo la cabeza en su pecho. Michael se sorprendió pero no tardó en devolverle el abrazo.
Amy se separó de golpe carraspeando, aparentemente, avergonzada por su repentino impulso.
-¿Estás bien?- Preguntó intentando no parecer muy afectada.
-Sí, claro - Respondió Michael confuso.- Al final has venido.- No pudo evitar que una sonrisa se escapara de sus labios.
-Claro, ¿cómo no iba a venir?- Dijo mientras que ambos entraban en la casa.
-No sé, pensé que no me considerarías lo suficiente importante como para perturbar tu sueño.
-Pues te equivocas.- Respondió molesta.
-¿En serio?- Michael la miró sorprendido.
-Estoy metida en este embrollo por ti, me salvaste la vida y prometí ayudarte.- Dijo ella con repentina serenidad- Lo prometido es deuda.
Michael se acercó hacia el sofá y lo volvió a arrastrar con esfuerzo hacia su sitio. Hizo un gesto indicándole a Amy que se sentara.
-Bueno, ¿Y me puedes contar qué es lo que se supone que ha pasado?- Preguntó mientras que se sentaba.
-Eran dos hombres. Vestidos de negro, muy altos y estaban armados. Estaba en el exterior, no sé si has visto la trampilla que da al sótano. Estaba allí comprobando el depósito de agua, me he quedado sin ella, y cuando salí los vi forzando la entrada de la cabaña.
-¿Y como sabes que querían matarte? ¿No piensas que es posible que fueran agentes de la policía?
-No, vi su vehículo aparcado cerca de aquí, no era de la policía. No es la primera vez que veo ese coche.
Amy lo miró sin comprender.
-No sería tan fácil para ti olvidar un coche con el que han intentado atropellarte- dijo él algo ansioso.
-Bueno, pero parece que para tí es fácil olvidar acontecimientos importantes- dijo Amy entrecerrando los ojos.
Michael la miró dolido pero no dijo nada. Era normal que ella tuviera tantas dudas y desconfiara de él, pero  le dolía.
-No me vieron, pero me asusté. Así que esperé algunas horas en el sótano hasta que salí y comprobé que se habían marchado- siguió él.
-¿Y por qué tenías las luces apagadas? 
-Ya te he dicho que tenía miedo, quería que si volvían pensaran que no me encontraba en casa. Mi teléfono se quedó sin batería. No pude volver a llamarte, lo siento.
-Por cierto, pensé que no tenías cobertura en este lugar- dijo ella arqueando una ceja.
-Bueno, en realidad mentí- dijo Michael con una risita- Quería que te quedaras conmigo esa noche.
Amy se ruborizó y permaneció en silencio. Finalmente se levantó del sofá y dijo:
-Es muy tarde, debo volver a casa. Te aconsejo que busques otro lugar donde quedarte, supongo que esta cabaña no es segura.
-Cierto, no voy a poder permanecer aquí por mucho más tiempo, me he quedado sin agua corriente y auguro que el generador eléctrico no durará mucho.
Amy asintió y se dirigió a la puerta de la cabaña. Antes de que pudiera salir, Michael le pregunto lo que había estado temiendo.
-No tengo a donde ir, no puedo volver a Neverland. ¿Podría quedarme en tu casa?
Amy se volvió y lo miró inexpresiva.
-Michael, no creo que sea buena idea.
-¿Por qué? ¿No vives sola?
Amy suspiró. Podía decirle que no y dejarlo allí, pero eso significaba que era probable que aquellos hombres regresaran y le hicieran daño. Amy no quería eso, pero tampoco quería dejarlo entrar en su casa como si tal cosa. Sin embargo, no tenía opción.
-Está bien, pero vas a tener que dormir en un sofá- dijo suspirando finalmente.
-No me importaría si tuviera que dormir en el suelo con tal de irme de aquí- dijo Michael sonriendo.
Amy no sonrió. Se dio cuenta de que Michael ya tenía sus cosas preparadas para marcharse, supuso que ya se había hecho a la idea de que aceptaría su propuesta. Se sintió bastante tonta. Le hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera y así lo hizo. 

-¿Estás segura de que puedes conducir con el brazo así?- dijo Michael preocupado una vez estaban ambos en el vehículo de Amy.
-Sí- dijo Amy bruscamente mientras arrancaba el coche.
Michael decidió no decir nada, ella se veía demasiado tensa. No hacía falta ser ningún genio para darse cuenta de que él era la causa de su frialdad. En esos momentos, Michael se sintió egoista. Esa muchacha estaba arriesgando todo por un hombre al que conocía hacía apenas unos días. Y él no hacía más que darle problemas.
-En tan poco tiempo han pasado tantas cosas, esto es una pesadilla- dijo ella de pronto.
Michael no dijo nada, después de todo había sido él el que había formado esa pesadilla.
-Hace unos días que nos conocemos y ya te vas a trasladar a mi casa. Encantador.
-Si todo va bien y me salvas estaré encantado de conocerte mejor. Quizás entonces exista alguna buena razón por la que debamos vivir juntos.
Amy ignoró su comentario y le informó de que ya habían llegado. Aparcó el modesto vehículo en frente de la puerta de entrada a la casa y salió del mismo dando un portazo. Michael hizo lo mismo y fue tras ella. Ambos entraron en la vivienda y Amy cerró con llave la puerta tras ellos.
-Antes de nada quiero dejar varias cosas claras- dijo ella dándose la vuelta y mirándolo seriamente- Sé que estoy metida en esto hasta el cuello, pero espero que te portes bien y no dejes que nadie te vea en mi casa o cerca de ella. Si recibo alguna visita deberás esconderte.
-Tranquila, no hace falta que me lo digas. 
-Esta es mi casa y sé que es pequeña y no es gran cosa- siguió ella- Por eso quiero que respetes mi espacio vital y que no te acerques a mi a menos de un metro.
Michael la miró atónito.
-No pensabas lo mismo hace un rato cuando te has lanzado a mis brazos en la casa del bosque.
Ella se ruborizó exageradamente y abrió la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido de ella. Michael sonrió complacido. Amy lo fulminó con la mirada y se limitó a conducirlo hacia el salón e indicarle dónde dormiría desde ese momento. Amy tenía razón, la casa era algo pequeña, pero al lado de la cabaña del bosque parecía una mansión. Disponía de un salón, una cocina, un pequeño cuarto de baño y un dormitorio.
-Buenas noches- dijo Amy fríamente cerrando la puerta de su dormitorio.
-Buenas noches, Amy- susurró Michael frente a la puerta cerrada aun sabiendo que ella no le escuchaba.
Michael entró en el cuarto de baño y se puso su pijama rojo. Se tumbó en el sofá y se cubrió con una manta que Amy le había dejado. Sabía que le resultaría imposible dormir, sobre todo por el giro tan inesperado que había dado su vida. Había tantos miedos que nadaban en el océano de su mente. Había recordado algo ese día, cuando Amy le dió la libreta bancaria. No, no se lo había dicho a Amy todavía, y no se lo diría de momento. Aunque lo que había recordado no lo dejaba más tranquilo, de hecho le horrorizaba. Empezaba a dudar más todavía de su propia inocencia.

24 ago 2011

Capítulo 11

Michael dió un respingo al oir a alguien aporreando con fuerza la puerta de la cabaña. Se sintió como si le hubieran vertido un cubo de agua helada por la cabeza. Seguramente venían a detenerlo. No tenía escapatoria. Meditó unos segundos y abrió la puerta rápidamente temiéndose lo peor. Se topó con Amy que lo miraba con furia y con los brazos cruzados. Michael miró a ambos lados de ella y se sintió aliviado al comprobar que venía sola.
-Tú y yo tenemos que hablar- dijo ella con la voz ahogada debido al disgusto y olvidando las formalidades.
Michael la dejó pasar y la invitó a que se sentara en una de las sillas, preguntándose cuál sería el motivo de su enfado.
-¿Quieres comer algo?- dijo él mostrándole un frutero con algunas frutas recogidas del bosque.
-No- dijo ella bruscamente- Podrían estar envenenadas.
Michael la miró herido.
-Hemos encontrado un arma de fuego en tu despacho, es del mismo calibre que el arma homicida- dijo ella rápidamente antes de que él pudiera hablar- Qué extraordinaria coincidencia.
-¿Qué?- dijo Michael atónito- ¿Has estado en mi casa?
-Todavía no sabemos si es el arma que disparó contra Nicholas Corozzo- Dijo ella ignorándolo- Pero créeme, será mejor que confieses porque lo averiguaremos.
Michael la miró estupefacto.
-Sólo tengo un revolver y desde luego no es el que habéis encontrado- dijo él sacando el mismo del bolsillo y dejándola caer sobre la mesa, haciéndo bastante ruido- Éste es el arma que tenía el día del crimen. La otra no me pertenece.
Amy lo miró escéptica y observó el arma. No era del mismo calibre que el arma homicida.
-¿Podrías explicarme como ha llegado la otra pistola a tu despacho entonces?
-No, no tengo ni idea de cómo ha llegado allí, pero te aseguro que no es mía.
-¿Debería creerte?- dijo ella desafiante sacando la libreta con los ingresos de Michael y tirándola en dirección a él.
Michael la cogió al vuelo y la observó. Se pasó la mano por la frente preocupado.
-Sé que esto tiene que ver con lo que ha pasado- dijo abrumado.
-Desde luego- dijo ella impaciente- Corozzo era un mafioso de los gordos. Espero que eso te refresque un poco la memoria.
Michael la miró con los ojos abiertos como platos. Iba a decir algo, pero Amy lo interrumpió enseguida.
-¿Cómo perdiste la memoria?- siguió ella cambiando de tema.
-No lo sé, creo que me caí y me golpeé la cabeza- respondió él nervioso.
-¡No es ese el motivo!- dijo ella bruscamente haciendo que Michael diera un respingo- El miedo, el remordimiento, el deseo de olvidar, han podido hacerte perder la memoria y...
Se detuvo al percatarse de que Michael estaba llorando. No, no estaba dispuesta a dejarse manipular otra vez por un muy posible asesino. Desvió la mirada enseguida y dijo despacio:
-Lo siento Jackson, me temo que tendrás que acompañarme a comisaría...
-Me lo prometiste- dijo él sollozando.
-Tú me prometiste que no huirías de la ley, y sin embargo, parece que era justo lo que ibas a hacer- dijo ella señalando los cajones de la cómoda abiertos y vacíos, así como su mochila cargada de ropa- de todas formas la prensa debe de saber algo a estas alturas, después de haber conseguido la orden de registro...
Michael no dijo nada. Se calmó un poco y la miró inexpresivo. Amy lo miró apenada, parecía tan frágil que no se atrevía a decir ni hacer nada por si se rompía.
-Dame otra oportunidad- dijo él en un susurro- te demostraré que soy inocente. Lo sé, algo en mi interior me dice que lo soy.
Amy lo miró impaciente, estaba tan cansada de ese asunto. Sería tan fácil llamar a Miller o al inspector y pedir refuerzos. Pero no podía. No sabía por qué, simplemente era incapaz.
-Está bien- dijo casi inconscientemente.
Michael se secó las lágrimas con sus largos dedos e intentó sonreir. Amy lo miró abrumada, no lograba comprender por qué tenía ese control sobre ella. Quizás se sentía demasiado agradecida por haberle salvado la vida. Se levantó de la silla y se dirigió a la puerta seguida por Michael.
-Si recuerdas o descubres algo, llámame- dijo ella tendiéndole una tarjeta con la mano temblorosa.
-Gracias- dijo él mientras aguantaba la puerta mirándola fijamente. Sin siquiera mirar la tarjeta se la metió en el bolsillo del pantalón. Amy se paró y lo miró asustada.
-Tienes mucho que agradecerme- dijo firmemente pese al miedo que reflejaba su rostro.
-Lo sé- dijo él sonriendo levemente. Se inclinó un poco hacia Amy y le beso suavemente en la mejilla. Amy se estremeció y se alejó bruscamente de él, más asustada todavía. ¿Podía ser un asesino tan dulce? La respuesta era sí. Después de todo, los asesinos siempre saben ser amables con sus víctimas.
-Lo siento- dijo él inmediatamente y visiblemente decepcionado ante la negatividad en la reacción de Amy.
-Tengo que irme- dijo ella con voz temblorosa evitando su mirada y alejándose para marcharse. Michael la agarró del brazo encontrándose con su mirada.
-No tienes por qué tenerme miedo- dijo mirándola a los ojos- No te haría daño.
-No tengo miedo- mintió ella liberandose de Michael.
-Estás aterrada- dijo él tristemente- Lo veo en tus ojos.
Sus palabras no sirvieron para calmar a Amy, de hecho la incomodaron aun más.
-Estoy bien, quiero irme a casa- dijo ella en un susurro.
Michael asintió y observó como ella se alejaba y se perdia entre los árboles.

Amy cruzó el ya oscuro bosque y regresó a su vehículo, para arrancar y finalmente desaparecer del lugar. Condujo hasta su casa y miró su reloj de pulsera una vez hubo aparcado. Eran las siete y media, Miller pasaría a recogerla media hora después. Debería darse prisa y arreglarse un poco, aunque la idea de ir a cenar con él a cualquier sitio le daba dolor de estómago. Se dió una ducha rápida que le sirvió para relajarse un poco y después se maquilló, aunque no demasiado. Quizás no le vendría mal divertirse un poco, aunque fuera con Miller. Se puso unos vaqueros y la primera camisa que encontró en el armario justo cuando sonó el timbre. Abrió la puerta y se encontró a Miller vestido con un elegante traje y llevando una rosa en sus manos. La miró de arriba a abajo y dijo:
-Vaya, preciosa, esperaba que te pusieras algo más elegante en nuestra primera cita- dijo despreocupadamente.
Amy no estaba dispuesta a enfadarse más, sólo quería relajarse y olvidarse de Michael por un momento. Se sentía como en una pesadilla de la que deseaba despertar. Ciertamente los típicos comentarios por parte de Miller que normalmente la sacaban de quicio, le parecían gratificantes en esos momentos. La hacían escapar de aquel surrealista asunto.
-Si quieres puedo cambiarme- dijo ella en tono cansado. Realmente estaba exausta.
-No, no, era una broma - dijo él rápidamente, aunque claramente lo había dicho con la intención de que no volviera a ocurrir.
-Por cierto, esto no es una cita- dijo ella mientras se ponía una rebeca negra con cierta dificultad a causa de su brazo escayolado y cerraba la puerta tras de sí.
-Claro, como quieras- dijo él entregándole la flor.
-Vaya, gracias- dijo ella algo incómoda- No tenías que haberte molestado.
-Es un placer- dijo él guiñándole un ojo.
Amy forzó una sonrisa y subió al elegante Rolls Royce de Miller. Se sentía fuera de lugar junto a él. Él era elegante, olía a perfume caro y tenía un coche de ensueño. Ella en cambio ella sencilla y no se permitía tales lujos. No hablaron mucho durante el trayecto hacia el restaurante.
Amy bajó del coche mirando la entrada del restaurante con el ceño fruncido.
-¿No te gusta?
-No, no es eso- dijo ella sonrojándose- Es solo que nunca he cenado en un restaurante tan ostentoso.
Miller sonrió satisfecho.
-¿Cómo puedes permitirte estos lujos?- dijo ella señalando el vehículo- Tienes el mismo puesto de trabajo que yo, y sé que no podría comprar un coche así ni en mil años.
-Mi padre es dueño de una prestigiosa empresa- dijo él sonriendo y tomándola del brazo- Puedo permitirme esto y más, siempre y cuando él siga siendo tan generoso.
Ambos entraron en el local. Amy quedó maravillada, nunca había estado en un restaurante tan caro y lujoso. Se sintió fuera de lugar, todas las personas allí vestían sus mejores galas, ella en cambio vestía con ropa tan casual que no pasaba desapercibida. Una mujer con aspecto de estrella de cine la miró burlona para después decirle algo a otra chica en el oido. Amy miró incómoda a Miller que hablaba con el dueño del restaurante. Este les indicó cual era la mesa que tenían reservada y después de darles las gracias desapareció tras la puerta de la cocina. Amy tomó asiento y volvió a mirar a su alrededor con nerviosismo mientras que Miller ojeaba la carta.
-¿Estás bien?- dijo levantando los ojos de la misma.
Amy iba a contestar pero en ese momento llegó un camarero a tomar nota. Amy abrió la boca para pedir lo suyo, pero Miller se le adelantó y empezó a nombrar comidas que ella jamás había oído. El camarero apuntó todo rapidamente y cuando hubo terminado se alejó caminando excesivamente erguido. Amy miró a Miller con el ceño fruncido, pero optó por no decir nada.
-Bueno ¿No me vas a contar nada de ti?- dijo Miller observándola con su habitual calma.
-No hay mucho que contar.
-Siempre hay algo.
Amy sonrió ligeramente.
-Nací en Nueva York, pero me crié en Nebraska. Mis padres querían que me dedicara al negocio familiar, tenían una tienda de antigüedades. Pero yo quería estudiar. Vine aquí a probar suerte- dijo con un tono nostálgico en su voz- Sinceramente esperaba convertirme en una estrella del espectáculo o algo por el estilo.
Se rió un poco y observó como el camarero se acercaba y dejaba unas copas de vino en la mesa. Amy miró su copa desilusionada. Miller dió un sorbo a la suya.
-Era más jóven e ingenua, supongo que nunca me hubiera visto a mi misma como agente federal- siguió ella.
Miller asintió y sonrió. Hubo un silencio durante algunos minutos.
-Ahora eres tú el que debería contarme algo- dijo Amy llevandose la copa a los labios y dando un pequeño sorbo. No sentía mucho aprecio por las bebidas alcohólicas.
-Tampoco hay mucho que contar- dijo Miller con una sonrisa nerviosa.
-Inténtalo, siempre hay algo- dijo ella arqueando las cejas.
Miller abrió la boca para decir algo pero se detuvo al escuchar el tono de llamada de su teléfono móvil. Se disculpó y se levanto de su silla dirigiéndose al baño. Amy lo miró alejarse extrañada.
Al cabo de un rato, el camarero se acercó a la mesa llevando una gran bandeja con platos de comida. Amy miró asqueada los platos que eran enormes en comparación con la mísera cantidad de comida que había en ellos. El camarero volvió a alejarse con sus distinguidos andares dejando a Amy esperando a que Miller saliera del servicio. Tardaba mucho y la comida estaba prácticamente fría, así que simplemente se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Llegó ante la puerta decorada con un cartel que rezaba "caballeros". Escuchaba vagamente a Miller hablando por el teléfono, ciertamente sentía curiosidad ¿Por qué no podía hablar tranquilamente por teléfono en la mesa, delante de ella?
En ese momento se abrió la puerta del baño y Miller casi se choca con Amy. La miró sorprendido, como si acabara de ver un fantasma.
-¿Llevas mucho rato ahí?- dijo él con la boca abierta.
-No, acabo de venir, como tardabas tanto...-dijo ella rápidamente.
-¿Has escuchado algo?- dijo él nervioso.
-No, nada, no me gusta inmiscuirme en los asuntos que no me conciernen, solo quería saber si estabas bien.
Miller sonrió desechando su nerviosismo y le pasó el brazo por el hombre guiándola hacia la mesa.
-No pasa nada, todo va bien, quizás en otro momento te lo cuente. Ahora tengo que irme a atender un asunto importante, problemas familiares.
-Pero si ni siquiera hemos cenado y te ha tenido que costar un ojo de la cara esa cosa a la que llaman comida.
-Lo siento mucho Amy, esto no puede esperar, te lo compensaré- dijo Miller y a continuación guiñó un ojo- Te llevaré a casa.
Amy no sabía muy bien a qué se refería. Asintió nerviosa, le sabía mal que Miller gastará ese dinero en ella inútilmente, pero por otra parte se sentía aliviada de volver a casa. Una vez allí, bajo del vehículo rapidamente, se despidió de Miller con la mano y entró en casa.

Después de un rato viendo la televisión, se puso el pijama y se acostó. Quería dormir, pero no podía conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en el lío en el que estaba metida. Tenía tanto miedo y estaba tan confundida...
El estridente sonido del teléfono la sobresaltó y la sacó de sus pensamientos. Encendió la luz y descolgó el auricular.
-¿Diga?
La voz de Michael al otro lado del auricular la sorprendio.
-Soy Michael- dijo jadeando.
-Es muy tarde- dijo ella molesta- ¿Estás bien?
-No, no lo estoy- dijo él bruscamente- Todo va mal, ¿Podrías venir?
-¿Qué pasa?- dijo ella temerosa.
-Han intentado matarme.

Capítulo 10

Michael volvió a su refugio, pensando en lo ocurrido. ¿Sería aquella chica capaz de guardarle su secreto? ¿O simplemente le había engañado para luego arrestarlo y cumplir con su trabajo? Las ideas se amontonaban en su cabeza, y no sabía qué hacer ni cómo actuar. Tal vez no debería haberla dejado sola. Podría haber cambiado de opinión. ¿Y si lo había hecho? ¿Y si pronto un grupo de agentes de policía llegaban a su refugio y lo arrestaban por un delito que no sabía ni siquiera si había cometido? Tenía que irse de allí. Buscar otro escondite, ahora que tenía la oportunidad de escapar. Luego podría ser demasiado tarde. Cogió la mochila en la que trajo toda la ropa, y empezó a meterla de nuevo, sin ningún tipo de delicadeza. Se iría de allí a la noche, con una linterna en la mano, aunque pudiera ser peligroso. Así reduciría las posibilidades de que le pudieran encontrar.

Amy salió del hospital sin ningún tipo de problema. El tobillo no le dolía, debido al efecto que ejercían los calmantes sobre ella, pero sabía que la lesión estaba allí. Un pequeño esguince, quizás. Decidió tomar un taxi que la llevara de camino a su casa.
Una vez allí, empezó a pensar en lo ocurrido. ¿De verdad había pasado la noche en una mugrienta casa perdida en el bosque, con Michael Jackson? Le pareció surrealista, pero así había sido, y le hizo una promesa. En ese momento se arrepintió de no haberlo arrestado. Se hubiera evitado muchos problemas que de seguro llegarían con el tiempo, pero, la forma en la que le miró, y la aparente sinceridad de sus palabras, se lo impidieron.
Se colocó el uniforme y se preparó como pudo, ya que su brazo le impedía hacerlo con facilidad. Cogió el teléfono y llamó a un taxi para que viniera a recogerla a la puerta de su casa, y la llevara a comisaría.
Una vez allí, el primero con el que se cruzó fue con Dave, Dave Miller. Posiblemente, una de las personas a las que menos le apetecía ver en ese momento.
-Hola preciosa.- Dijo Miller levantando una ceja.
Amy siguió caminando, sin ni siquiera levantar la cabeza para mirarle. Miller empezó a andar detrás de ella.
-¿No piensas contestarme? ¿Qué te ha pasado? Ayer no viniste a trabajar, y esta mañana tampoco.
-Me caí - Dijo Amy de mala gana mientras seguía andando.
-No me hables así, eres mi compañera y me preocupo por ti.
-Lo siento- dijo ella suspirando exasperada.
-Vaya, veo que no estás de humor. ¿Y ese brazo?
Amy se sentó en su escritorio y volvió a fijarse en su escayola.
-Tuve un accidente en el bosque.
-¿En el...?
En ese momento, el inspector Carpenter irrumpió en el despacho, abriendo la puerta de golpe, sin ni siquiera llamar. Los dos policías se sobresaltaron.
-Agente Cohen, me alegro de volver a verla.
-Gracias, inspector.
-Bueno, venía para citarla en mi despacho dentro de cinco minutos, junto al agente Miller.- Dijo mientras que desviaba la vista hacia el.- Pero, ya que os encuentro a los dos aquí, no me iré por las ramas. Hemos conseguido la orden de registro de la casa del señor Jackson.
El inspector sacó de una carpeta roja que llevaba bajo el brazo, un folio que puso encima de la mesa de Amy.
-Eso quiere decir que podemos ir esta misma tarde, ¿cierto?- preguntó Miller al inspector mientras que leía el documento.
-Así es, es más, tienen que ir esta tarde. Cuanto antes terminen con este tema mejor, puesto que no creo que un personaje mediático, como el señor Jackson, se dedique a ir cometiendo asesinatos. Como ya dije, ese testigo puede ser un simple gracioso con ganas de molestar.
El inspector salió del despacho sin añadir nada más.
Amy se quedó en silencio. Podría hablar en ese momento, y quitarse esa preocupación de encima. Terminarían con el caso mucho más rápido. Michael sería detenido, y ella no tendría que jugarse su puesto de trabajo.
-¿Amy?- Dijo Miller mientras que le pasaba la mano por delante de la cara intentando sacarla de sus pensamientos.
-¿Qué?
-¿Nos vamos?
-Sí, claro.- Dijo levantándose de la silla.
-Conduzco yo, no creo que en tus condiciones puedas- dijo Miller mientras se dirigía a la puerta.
-Qué observador- añadió ella poniendo los ojos en blanco y siguiéndole.

Bill escuchó el timbre de la puerta principal de Neverland, y al asomarse a la puerta y ver a los dos agentes de policía a lo lejos, un escalofrío recorrió su espalda. Llevaba dos días enteros sin saber de Michael. Por una parte quería saber lo que pasaba, pero por otra, tenía miedo de que le pudieran dar alguna mala noticia. Se apresuró en salir a recibirlos.
-Buenos días, agentes.- Les saludó Bill mientras que abría el portón con un manojo de llaves.
-Buenos días.- Contestó Amy secamente.
-Tenemos una orden de registro- Dijo Miller mostrándosela a Bill.
-¿Cómo? ¿Una orden de registro? ¿Van a registrar Neverland?
-Así es. Así que si fuera tan amable de dejarnos pasar a llevar a cabo nuestra tarea, se lo agradeceríamos.
-Sí, por supuesto.- Dijo Bill confuso mientras se apartaba para dejarles pasar.
Les acompañó hasta llegar a la entrada de la casa principal, donde les dejó que hicieran su trabajo. Empezaron a investigar en el dormitorio de Michael. Ambos empezaron a inspeccionar todos los rincones de la estancia. Amy abrió el primer cajón de la mesita de noche y encontró una libreta bancaria. Comprobó anonadada que Michael tenía bastantes problemas econónimos.
-Aquí no veo nada raro, ¿y tú por allí?- Dijo Miller mientras que revisaba los cajones de una gran cómoda de madera de roble que había junto a la ventana.
-Está todo limpio. No veo nada fuera de lugar por aquí- dijo Amy nerviosa, evidentemente mintiendo. Se metió rápidamente la libretita en el bolsillo de la chaqueta y hizo como que se ajustaba la ropa cuando Miller se dio la vuelta.
-¿Estás bien?- dijo él mirándola con suspicacia.
-Perfectamente- mintió ella.
-Está bien, cambiemos de habitación.
Tras buscar posibles pruebas en varias de las habitaciones de la propiedad, entraron al despacho de Michael, donde posiblemente, sí que podrían encontrar alguna pista.
-Bueno, si no encontramos nada aquí, nos vamos, ¿no?- Preguntó Amy con nerviosismo mientras que revisaba uno a uno los papeles que descansaban sobre la mesa, con alguna dificultad por parte de su brazo.
-Sí, no creo que encontremos nada que nos sorprenda.
-Aquí no hay nada, mejor vámonos ya- dijo Amy ansiosa después de dar un rápido vistazo a la habitación.
-Espera…- Dijo Miller aparentemente sorprendido, mientras que sacaba un arma del último cajón del escritorio.
Amy abrió los ojos como platos.
-No puede ser…- Dijo sorprendida.
-Dame una bolsa, rápido.
Amy le dio una bolsa de plástico transparente, donde metió el arma para llevársela consigo como prueba del asesinato.
-Es suficiente.- Dijo levantándose del suelo.- Ya nos podemos ir. Habrá que llevar el arma al laboratorio para que la examinen.
-Sí…

Estaban los dos sentados en los asientos delanteros del enorme coche negro de la policía.
-Me gustaría que me explicaras qué te pasó exactamente en el bosque- dijo él sin arrancar el coche todavía.
Amy lo miró molesta y se percartó de que él no tenía intención de arrancarlo sin saber toda la historia.
-¿Tiene mucha importancia?- dijo ella desviando la mirada.
Miller mantenía sus ojos azules clavados en ella. Amy volvió a mirarlo molesta, no entendía por qué se mostraba tan interesado en su accidente.
-Simplemente me caí- añadió intentando sonar segura.
Miller asintió y se dispuso a arrancar el coche. Debía de creerla, después de todo, no era mentira. Sí, se había caído, lo del agujero y Michael era algo secundario.
-Miller yo... me gustaría... decirte algo- dijo Amy angustiada casi sin pensar. 
Él la miró ansioso, como si supiera o se esperara lo que Amy iba a decir a continuación. Ella lo miró un poco confusa, sí, quería decirle todo lo que había pasado. Quería desahogarse. Sin embargo guardó silencio.
-Adelante- dijo él impacientemente.
-Bueno, esto no es fácil...-dijo ella arrepentida de su insensata decisión. Los ojos de Michael volvieron entonces a su mente. No podía, simplemente no podía defraudarlo.
Miller arqueó las cejas.
-Bueno, yo me preguntaba... si sería mucha molestia que me invitaras a cenar esta noche- dijo ella diciendo lo primero que se le pasó por la mente.
Miller sonrió satisfecho.
-Sabes que no es ninguna molestia, nena- dijo mostrándole a Amy su perfecta e inmaculada sonrisa- Paso por tu casa a recogerte a las ocho.
Amy sonrió ligeramente sintiendo nauseas ¿En qué demonios estaba pensando?
Miller arrancó el coche y condujo hasta la comisaría. La noticia de que habían encontrado un arma en la casa Michael, impresionó bastante al inspector Carpenter, que pronto se la llevó para examinarla y ver si coincidía con las balas que había acabado con Corozzo y así descubrir si era el arma homicida.
Lo que restaba de tarde, a Amy le pareció una eternidad. No paraba de pensar, Michael le había traicionado. Él era el asesino, y seguramente lo sabía. Tenía que ir a hablar con él, y dejarle las cosas claras, pedirle explicaciones de lo ocurrido, y si lo creía necesario, arrestarlo.

12 ago 2011

Capítulo 9

Amy despertó con todo el cuerpo dolorido. Tardó unos segundos en recordar lo que había pasado y dónde se encontraba. Miró el reloj de pared encima de la chimenea, eran las cinco y diez de la mañana. Paseó la vista por la habitación y divisó a Michael, todavía durmiendo, en el suelo. Era muy temprano aún, pero el dolor en su brazo había hecho que despertara. Era casi insoportable, en aquellos momentos deseaba con todas sus fuerzas ir al hospital. Miró a Michael que estaba boca abajo con la cara giraba hacia ella. Amy lo observó durante un momento dormir. Se levantó del sofá con dificultad dispuesta a despertarlo y comprobó agradecida que el tobillo no le dolía tanto y podía andar casi con normalidad.
Se acercó hasta donde estaba Michael y se arrodilló a su lado. Éste gruñó un poco y apretó la frente, sin embargo no estaba despierto. Amy se percató de que su respiración era fuerte y estaba bastante agitado.
-Eh, despierta- susurró sacudiéndole el brazo.
Michael abrió sus enormes ojos de par en par, sorprendido y asustado. Miró a su alrededor y se calmó un poco. Luego miró a Amy con el ceño fruncido y farfulló algo como "qué hora es".
-Estabas soñando- dijo ella todavía arrodillada a su lado.
-¿He dicho algo de lo que me podría arrepentir?- dijo él con una risita, frotándose los ojos.
-No- dijo Amy seriamente- Creo que era una pesadilla.
-Bueno, no me acuerdo- dijo él levantándose y ayudando a Amy a hacer lo mismo- Tienes mala cara, supongo que ese brazo no te ha dejado dormir. Será mejor que te acompañe al hospital, aunque está un poco lejos ¿Puedes andar?
Amy asintió.
-Antes quiero hacer mi trabajo- dijo ella sospechando que si se marchaba quizás no volvería a encontrarlo.
-Eres muy testaruda- dijo él algo molesto- Te repito lo que te dije ayer, no creo que puedas...
-Puedo hablar y escuchar, eso es lo que cuenta- dijo ella desafiándole con la mirada y sentándose en el sofá- Antes de nada querría saber por qué demonios se marchó de su propiedad cuando fuimos mi compañero y yo a interrogarle.
Michael, que permanecía de pie en frente de ella, no contestó inmediatamente. Meditó su respuesta un momento y finalmente dijo.
-No pensé que fuera importante.
Amy lo observó con detenimiento y se percató de que estaba aterrado y evitaba mirarla a los ojos.
-¿Le ocurre algo, Jackson?- dijo ella con suspicacia.
Michael frunció el ceño al comprobar que ella seguía dispuesta a hablarle formalmente.
-No, bueno ¿No se supone que en estas situaciones uno tiene derecho a un abogado?
-¿Cree que lo necesita?
-No... bueno, a decir verdad...
Amy lo miró ansiosa, cada vez estaba más intrigada.
-¿Me está insinuando que está involucrado en el asesinato de Nicholas Corozzo?- dijo Amy hablando despacio.
-Te voy a ser sincero- dijo Michael suspirando- No recuerdo absolutamente nada de lo que hice el día en que asesinaron a ese hombre.
Amy meditó durante unos segundos y lo miró inexpresiva. No esperaba que Michael le diera esa respuesta, y ciertamente no sabía cómo reaccionar. Le había pillado completamente desprevenida.
-¿Estuvo usted en la escena del crimen aquella tarde?- dijo ella rápidamente.
Michael se frotó el brazo nervioso. Quería ser sincero, pero estaba seguro de que se arrepentiría de su decisión.
-Estuve- dijo suspirando y mirando al suelo.
Amy se quedo estupefacta ¿Estaba Michael Jackson confesando ser el responsable de la muerte de un hombre?
-¿Mataste a Nicholas Corozzo?- dijo ella casi sin aliento.
-Espero que no- dijo el tapándose la cara con ambas manos- No recuerdo nada, lo juro.
Amy lo miró incrédula.
-¿Es consciente de que voy a tener que detenerlo?- dijo sin poder evitar compadecerse de él.
-No, por favor- dijo él casi en un susurro- Yo... no soy así, jamás le haría daño a nadie.
-Entonces ¿Qué hacía allí?
-¡No lo sé!- dijo Michael al borde de las lágrimas- Simplemente desperté en una habitación en la que no recordaba haber estado nunca, había un hombre muerto en el suelo y un arma de fuego en mi bolsillo.
Mantenía su cara escondida entre sus manos. Después de un momento de silencio Michael empezó a sollozar.
-Te he salvado la vida...- dijo con voz ahogada.
Amy lo miró abrumada y un poco ofendida.
-¿Y a que viene eso?
-Me debes una - dijo él arrodillándose junto al sofá, frente a ella- Por favor, tienes que ayudarme, tengo que averiguar lo que pasó.
-Señor Jackson, es mi trabajo. Usted me ha insinuado que podría ser el asesino de Corozzo y yo no tengo más remedio que detenerlo- dijo Amy pensando en que detenerlo en las condiciones en las que se encontraba era algo impensable.
-Por favor- repitió él con un hilo de voz. Ahora estaba más cerca de ella y la miraba con sus enormes ojos llenos de lágrimas. Amy sintió un escalofrío. Él parecía tan sincero y estaba tan afligido...
-Tenemos agentes especializados en psicología que podrían ayudarle a recordar todo lo que pasó- dijo ella desconcertada.
-No lo entiendes- dijo él levantándose y tapándose la cara con ambas manos- ¿Qué va a pensar la gente de mí? ¿Qué van a pensar mis fans si se me acusa de semejante atrocidad? Toda clase de rumores acerca de mi empezaran a circular por todas partes.
-Pero yo... no puedo hacer nada...
-Sí puedes- dijo Michael dándose la vuelta y mirándola directamente a los ojos- Sólo guardame el secreto, ayúdame a descubrir que pasó aquel día.
Amy no dijo nada.
-Si soy culpable estoy dispuesto a ir a la cárcel y pagar por lo que hice- dijo él con voz temblorosa- pero si no lo soy, simplemente podré seguir con mi vida como si nada, nadie sabría que he estado involucrado en este asunto...
Amy meditó durante un momento. ¿Estaría dispuesta a sacrificar su puesto de trabajo por un hombre al que apenas conocía? Después de todo, él le había salvado la vida. Sin él no la hubiera salvado, en esos momentos probablemente estaría aun en ese sucio agujero, y probablemente al día siguiente estaría muerta.
-¿Que quieres que haga entonces?- dijo pensativa.
-Que cuando salgas de aquí no digas a nadie dónde estoy- hizo una pausa- Y que evites a toda costa que la prensa se entere de todo este asunto.
Amy no dijo nada. Lo miró asustada, no sabía qué hacer. Michael vio su inseguridad y se volvió a arrodillar frente a ella agarrándole las rodillas.
-Quiero que me ayudes a recordar- dijo fijándo sus ojos, enrojecidos por el llanto, en los de ella.
Amy se quedó muda, mirándolo indecisa. Tomó una decisión, de la que probablemente se arrepentiría más adelante.
-Está bien- dijo ella entrecortadamente- Pero... tú también tienes que prometerme algo a mí.
-Lo que sea.
-Prométeme que pase lo que pase y recuerdes lo que recuerdes, no vas a huir de la justicia.
Michael asintió de inmediato.
-Tienes mi palabra.
Amy le creyó, sin embargo no estaba más tranquila.
-Por favor, llévame al hospital ahora- dijo en un débil susurro. Se sintió mareada. Michael dijo algo, pero no lo escuchó. Pese a todo asintió. Intentó levantarse pero sus piernas no parecían querer moverse. Se sintió débil y cada vez más mareada. La oscuridad se cernió sobre ella y sintió que se caía al suelo.

Despertó en una habitación en el hospital. Estaba iluminada en exceso y todo estaba blanco e inmaculado. ¿Qué había pasado? Se sentía cansada. Miró a su derecha y se sobresaltó al ver a un hombre, que llevaba un sombrero fedora, unas gafas de sol y una mascarilla quirúrgica, sentado en un sillón. Éste se quito la mascarilla y las gafas al ver su cara de sorpresa.
-Eh ¿Estás bien?- Preguntó Michael preocupado.
Amy asintió sin prestarle demasiada atención.
-¿Te duele el brazo?- siguió preguntando.
-No- dijo ella inexpresiva. Era cierto, no sentía dolor en el brazo. Lo miró y se percató de que estaba escayolado.
-Te han suministrado un calmante para aliviar el dolor- dijo él con una leve sonrisa.
-¿Qué me ha pasado?- dijo ella desviando la mirada.
-Te desmayaste- explicó él nervioso- El doctor dice que puede deberse al dolor del brazo. También dice que tienes la tensión muy irregular, así que quizás también sea por lo que te dije.
Desvió la mirada sintiéndose culpable.
-Quizás sea demasiado para ti- añadió.
-No lo sé- dijo ella molesta- Las cosas se pueden poner muy feas, supongo eres consciente de eso. No solo estoy arriesgando mi puesto de trabajo con esto, sino que también estoy dificultando una investigación policial.
-Lo sé y te lo agradezco.
Ella lo miró aterrada.
-Será mejor que descanses y te olvides por un momento del asunto, no me gustaría que te diera un síncope ni nada por el estilo- dijo él levantándose y dirigiéndose a la puerta mientras se colocaba la mascarilla quirúrgica- Me voy a casa, no quiero molestarte más.
Amy asintió y lo observo mientras salía. Se percató del teléfono encima de la mesita junto a la cama y se incorporó. Marcó el número del despacho del inspector Carpenter y aguardó ansiosa a que éste cogiera el teléfono.
-Inspector Carpenter- se oyó la voz potente del inspector por el auricular.
-Inspector, soy Cohen- dijo ella nerviosa.
Hubo un momento de silencio.
-Agente Cohen, espero que tenga una buena excusa para no haber asistido a trabajar ayer por la tarde y esta mañana y me gustaría saber también por qué no ha contestado a mis llamadas- dijo él malhumorado.
-Lo siento, estoy en el hospital- dijo ella rápidamente.
-¿Y está bien? ¿Qué le ha ocurrido?- dijo el inspector con más calma.
-Me caí por un foso en el bosque es... una larga historia- dijo ella no queriendo dar muchos detalles- me he roto el brazo, no ha sido nada serio. He perdido mi teléfono móvil...
-Menos mal, supongo que tendré que darle algunos días libres y conseguirle otro móvil para el trabajo. Le asignaré al agente Dickens el caso en el que está trabajando con Miller, no tiene de que preocuparse.
-No, no es necesario- dijo ella rápidamente- Me pasaré esta tarde por allí y seguiré con el caso.
El inspector Carpenter se mantuvo en silencio al otro lado de la línea.
-¿Está segura?- dijo finalmente.
-Segurísima.
-Está bien, la veo esta tarde entonces- dijo conforme y sin quebrarse mucho la cabeza. Típico de él.
Amy le dio las gracias y después de despedirse colgó el teléfono.
Sentía un nudo en el estómago. Se sentía atrapada, entre la espada y la pared. Realmente creía que le debía lealtad a Michael. Pero por otra parte, estaba fallando a la justicia.
Se levantó de la cama y, para su sorpresa, la ropa mugrienta con la que había llegado al hospital estaba limpia y cuidadosamente doblada a los pies de la cama. Se vistió rápidamente, dejó la ropa de hospital en el sillón y se fue sin siquiera hablar con un doctor. Ni siquiera le habían dado el alta. Sólo quería ir a casa darse un baño y evadirse por un momento de sus inseguridades.

Capítulo 8

Los dos se dirigieron hacia la casa sin articular palabra. Michael tenía un nudo en la garganta. No sabía a qué preguntas se podía enfrentar. Amy por su parte, se concentraba en su brazo. Creía que se lo había roto, bueno, estaba convencida. Pero a pesar del dolor que le causaba, no le importaba, en ese momento lo único que quería hacer era interrogar a Michael. Todo lo demás era secundario.
El silencio que mantenían durante el trayecto era bastante incómodo para ambas partes, pero fue Michael el que decidió romperlo, puesto que se dio cuenta de que la chica no estaba dispuesta a decir nada.
-Si no es mucha molestia… ¿podrías decirme cómo has llegado a parar ahí abajo?
Amy frenó en seco y se giró para mirar a la cara a Michael. En ese momento, este se dio cuenta de que le sangraba el labio. La miró de arriba a abajo. Amy se abrazó a sí misma, y comenzó a temblar de frío. Michael reaccionó rápidamente y se quitó la chaqueta para ponérsela a ella.
-Te lo digo en serio, creo que deberías ir a un hospital a que te vean. No tienes muy buena pinta.- Dijo mientras que le pasaba la chaqueta sobre los hombros.
- No, estoy bien.- Dijo Amy a sabiendas de que no lo estaba.- Puedo esperar a hacerle el interrogatorio, señor Jackson.
-Llámame Michael. Y no estoy tan convencido como tú.
-Se lo aseguro. Además, ese no es su problema- dijo ella un poco desconcertada por el hecho de que él la tuteara y que aparentemente se preocupara por ella.
Michael se quedó cortado. Esa chica tenía carácter, y mucho. No volvió a pronunciar ni una sola palabra, hasta que llegaron a la entrada de la casa. Abrió la puerta y le cedió el paso a ella, para que entrara primero.
Amy miró el interior de la estancia con extrañeza. Le parecía demasiado raro que una persona como el mismísimo Michael Jackson, conocido por sus excentricidades, pudiera llegar a pasar más de dos minutos en semejante lugar.
-Bueno señor Jackson, comencemos con el interrogatorio.- Dijo con voz temblorosa, mientras que se sentaba en el viejo sofá y se recolocaba la chaqueta sobre los hombros.
-Te he dicho que me llames Michael. Y perdóname, pero creo que no estás en condiciones de hacer ningún tipo de interrogatorio. Espera aquí un momento.- Dijo dirigiéndose a la otra punta de la habitación.
Sacó una camisa blanca de un cajón de la vieja cómoda donde tenía colocada su ropa y la desgarró ayudándose de la boca. Amy le miraba extrañada, pero no le importaba lo que hiciera. En ese momento solo quería cerrar los ojos y dormir, pero no podía, tenía que llevar a cabo su tarea.
-Permíteme un momento.- Dijo Michael mientas le agarraba el brazo con la mayor delicadeza posible.
Le pasó la venda improvisada por debajo de este para luego atársela por detrás del cuello. Amy hizo un gesto de dolor.
-Lo siento. Mañana te llevaré a algún hospital, pero hasta entonces, será mejor que tengas el brazo así.- Dijo Michael mientras que terminaba de atarle la venda.
-¿Mañana? Disculpe, pero ¿No pretenderá que pase la noche aquí? Me iré lo antes posible.
-¿Cómo? ¿Pretende usted que deje que una dama se adentre en el bosque con la oscuridad que hay, y la cantidad de animales salvajes con los que se podría encontrar? Un caballero como yo no haría eso, señorita… Cohen.- Dijo haciéndose el caballero y dudando un poco a la hora de nombrar a la policía.
-Mi nombre es Amy. Creo que será mejor que me vaya. Mañana volveré a hacerle el interrogatorio.- Dijo cambiando de opinión repentinamente, mientras intentaba levantarse del sillón sin éxito aparente.
-¡Ey! ¿A donde te crees que vas? No lo dices en serio, ¿no? Mírate. No puedes ni caminar. Además, está muy oscuro, y con suerte, lo menos que te podría pasar es caer por otro de esos agujeros.
La idea de que cabía la posibilidad de volver a estar atrapada en otro hoyo lleno de cadáveres de animales aterrorizó a Amy durante una fracción de segundo. Pero no se retractó de su opinión. No pensaba quedarse a dormir en ese sitio, en el que por cierto, solo había un sofá. Ni siquiera una cama en la que poder tumbarse a descansar.
-¿Y qué es lo que pretende, señor Jackson?- Preguntó Amy esperanzada, pensando que le podría decir que podía pedir algún tipo de vehículo, o que alguien podría venir a buscarla. Era Michael Jackson. ¿Qué menos que eso?
-Pues, simple y llanamente, pretendo que pases la noche aquí. No estás en condiciones de ir a ningún lado.
-¿Cómo?- Dijo Amy indignada, a pesar de que sabía que era su mejor opción.- Yo no me puedo quedar aquí a dormir con... usted.
-¿Y por qué no?- replicó Michael, pero inmediatamente se percartó de lo incómoda que estaba ella y se ruborizó ligeramente- Prometo dejarte dormir en el sofá, yo dormiré en el suelo.
- No, no y no.- Amy se palpó los bolsillos con la mano que le quedaba libre en busca de su teléfono móvil.- No puede ser… ¡Mierda!
-¿Qué pasa?
-Mi móvil… se quedó en el agujero… ¿Y ahora qué hago? Necesito avisar a alguien para que venga a recogerme.
-Yo te prestaría el mío, pero es que da la casualidad de que aquí no hay cobertura.- Dijo Michael con una sonrisa burlona.
- No me hace gracia… Necesito volver a casa.
-¿Ya no te apetece jugar a los policías?- dijo él burlón.
Amy lo miró ofendida.
-Perdone, pero esto no es ningún juego. De hecho es bastante serio y yo que usted estaría preocupado.
-Lo sé, solo era una broma- dijo él algo turbado, encogiéndose de hombros- Deberías de relajarte un poco ¿sabes?
Amy lo fulminó con la mirada.
-Realmente creo que deberías quedarte aquí esta noche. No tienes opción.
Amy caviló unos segundos. Sabía que lo mejor que podía hacer era pasar la noche allí, porque de no ser así y salir al bosque con la oscuridad que se cernía sobre él, no llegaría a su casa.
-Me quedo, pero mañana a primera hora me voy por esa puerta- dijo señalando vagamente la entrada de la casa.
- Genial.- Dijo Michael aparentemente ilusionado.
Amy no comprendía esa ilusión por su parte, pero estaba cansada, quería dormir, así que decidió acurrucarse en el sofá.
-¿Qué haces?- Preguntó Michael extrañado.
-¿Intentar dormir?- dijo ella de mala gana.
-¿Con esa ropa sucia de… tierra y vaya Dios a saber qué?
Amy lo miró con el ceño fruncido.
-Si quieres puedo dormir desnuda- dijo malhumorada.
-No, yo no me refería...- dijo Michael avergonzado- Yo... si quieres te puedo prestar una camisa mía.
Amy se quedó en silencio. Su ropa olía mal, además de estar bastante mojada debido a la humedad que había en el agujero. Sin embargo no le gustaba la idea de compartir ropa con un hombre desconocido.
-No hace falta, pero de todas formas agradezco el gesto- dijo ella tumbándose y dándole la espalda para que no se percatara del rubor que había aparecido en sus mejillas.
-Está bien- susurró Michael aparentemente desilusionado lo que hizo que Amy se sorprendiera aun más.
Buenas noches, Michael- dijo ella cerrando los ojos.
Michael se sorprendió al escuchar a la agente pronunciar su nombre.
-Buenas noches, Amy - Respondió éste con una sonrisa.
No tardó mucho en quedarse profundamente dormida. Michael se quedó un rato contemplándola maravillado. Esa muchacha era preciosa. Extendió su chaqueta en el suelo y se tumbó sobre ella, justo a los pies del sofá. Tenía frío, aunque Amy también. Lo sabía ya que en ocasiones tiritaba, así que decidió coger la chaqueta y extendérsela por encima con mucho cuidado para no despertarla. Para entrar en calor él mismo, echó unos palos a la chimenea, y tras encenderlos, cerró la puerta con llave y se tumbó de nuevo en el suelo para finalmente, sucumbir ante el poder del sueño.

5 ago 2011

Capítulo 7

Amy atravesó la carretera con decisión y se internó en el bosque. Empezó a correr despacio, siguiendo el sendero y sintiendo una brisa fresca que le azotaba el rostro. El silencio del bosque se veía quebrado por el sonido de las pisadas de Amy y el canto de algunas aves. Después de correr durante un rato, empezó a sentir calor. Se quitó la chaqueta azul marino y se la ató a la cintura. Decidió salirse del camino y explorar más allá, no creía poder perderse. Siguió caminando hasta que llegó a una zona más espesa, donde había más árboles y la visibilidad era un poco escasa, sin embargo logró divisar a lo lejos una cabaña. Sin perderla de vista y apartando las ramas de los árboles que le impedían el paso, siguió andando sin mirar al suelo.
De pronto sintió como la tierra se hundía bajo sus pies y caía por un oscuro foso. Intentó agarrarse a alguna raíz suelta o cualquier cosa que sobresaliera de las húmedas paredes del hoyo. No lo logró y en lugar de eso se golpeó fuertemente el brazo con una enorme piedra que sobresalía de dichas paredes de tierra antes de caer sobre un montón de hojas secas que amortiguaron la caída. Sintió un agudo dolor en el tobillo, pero uno aun mayor en el brazo. Lo apretó contra su cuerpo y arrugó la frente en un gesto de dolor. También sintió un escozor en el labio inferior, en la frente así como en los brazos, se habría arañado con alguna raíz al caer. Miró asustada hacia arriba y comprobó que había caído en un agujero demasiado hondo, unas paredes de oscura tierra se extendían a más de siete metros por encima de ella. Percibió un fuerte y nauseabundo hedor, y comprobó que varios cadáveres de animales en descomposición rodeaban el montón de hojarasca sobre el que había caído. Se levantó horrorizada tampándose la nariz e intentando no vomitar. Volvió a sentir dolor en el tobillo, probablemente se lo había torcido. Debía mantener la calma e intentar salir de allí. Se acercó a una de las paredes y comprobó que había muchas raíces sobresaliendo de ella, sin embargo sentía un dolor en el brazo tan insoportable que no se creía capaz de escalar. Allí abajo hacía una calor terrible. Miró su reloj de pulsera. Las agujas marcaban las cuatro y cuarto, debía de estar de vuelta al trabajo a las cuatro y media. Además, no quería quedarse allí abajo eternamente y morir de sed, hambre, o tal vez de miedo. Desesperada, optó por pedir auxilio a gritos con la esperanza de que quien habitara en la casa que había visto, pudiera oírla.
-¡Socorro! ¿¡Alguien me oye!?
Se quedó callada un instante intentando percibir algún sonido relevante, pero solo escuchó el viento moviendo las hojas de los árboles unos metros más arriba. Siguió gritando durante un rato más, pero finalmente desistió. Nadie podía oírla.


Michael observó el reloj de pared que había sobre la chimenea mientras acababa de fregar el suelo. Se pasó la mano por la frente sudorosa y frunció el ceño. Pasaban de las ocho y no había comido nada desde el día anterior por la tarde. Un sonido que provenía de su tripa le indicó que, efectivamente, tenía hambre. Pronto anochecería y decidió que tendría que salir a buscar quizás alguna fruta. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón y extrajo una mascarilla quirúrgica de él ¿Era posible ir a la ciudad con el rostro cubierto con ella y que no lo reconocieran? La volvió a meter en el bolsillo descartando esa posibilidad, no se arriesgaría por el momento. Después de acabar con su tarea, se puso su chaqueta, cogió la mochila y salió al bosque en busca de algo que pudiera comer.


Amy permanecía acurrucada encima de la hojarasca, sollozaba y se abrazaba a sí misma. Tenía mucho miedo y llevaba horas gritando en vano. El brazo le dolía mucho, seguro que se lo había roto. Se preguntaba qué sería de ella cuando oscureciera. Un sonido parecido al de unos pasos la hizo sobresaltarse y prestar atención. En efecto, se trataba de unos pasos.
-¡SOCORRO!- gritó lo más fuerte que pudo.
Los pasos se detuvieron en seco. Una cara conocida se asomó por el hueco. Amy no pudo identificarlo debido a la distancia y a la semioscuridad que se cernía sobre ella.
-Ayúdame, por favor- lloró ella.
-¿Estás bien?- preguntó la persona con voz suave.
-Me duele mucho el brazo.
-Está bien, voy a intentar sacarte de ahí- dijo la voz con nerviosismo- ahora vuelvo, voy a buscar algo que me ayude.
Amy escuchó los pasos que se alejaban y aguardó impaciente. Después de un cuarto de hora que se le hizo eterno, la persona volvió a aparecer. Lanzó una larga cuerda hacia abajo y le dijo a Amy:
-Agárrate a ella como puedas, voy a tirar hacia arriba.
Amy se amarró con dificultad, debido a que uno de los brazos le era prácticamente inútil, la cuerda a la cintura.
-Estoy lista- dijo nerviosa.
La persona tiró de la cuerda hacia arriba mientras Amy iba escalando lentamente y con dificultad por las raíces de las paredes. Después de un rato que a ambos se le hizo interminable, Amy consiguió llegar arriba. La luz del crepúsculo le cegó los ojos, sintió que tiraban de ella y que alguien la abrazaba.
-¿Estás bien?- volvió a preguntar aquella persona mientras le acariciaba la cabeza.
-Sí- dijo Amy confusa.
Se sentía reconfortada en los brazos de aquel hombre. Se separó un poco de él dispuesta a darle las gracias por lo que había hecho por ella, pero se quedó sin habla al mirarle a la cara. Entonces se alejó bruscamente de él y lo miró boquiabierta, sin saber qué decir. Michael notó su sorpresa y sonrió un poco, pero antes de que pudiera decir nada, Amy se recobró del impacto.
-¡Michael Jackson!- gritó enfadada.
Michael la miró confuso y comenzó a dudar acerca de la integridad mental de Amy. Ella se dio cuenta de que estaba actuando de manera extraña y le tendió una mano.
-Agente Cohen- dijo con una voz sorprendentemente firme y esperando a que éste reaccionara de manera extraña.
Michael no le apretó la mano ni dijo palabra. Ahora el que estaba sorprendido era él. Abrió exageradamente sus enormes ojos oscuros y hizo una mueca extraña. Abrió la boca hablar, pero Amy se le adelantó.
-¿Algún problema, Jackson?- dijo Amy aparentemente satisfecha por la reacción de este, todavía con la mano tendida hacia él.
-No, ninguno- dijo Michael, finalmente estrechándole la mano e intentando aparentar seguridad.
Amy volvió a agarrarse el brazo con un gesto de dolor.
-Tenemos que hablar- dijo mientras comenzaba a caminar cojeando un poco, y adelantando a Michael. Estaba hecha un desastre, estaba cubierta de tierra y sudor. Tenía los brazos llenos de arañazos y probablemente también el rostro. Empezó a sentir frío, se percató de que su chaqueta se había quedado en el foso.
-Creo que debería ir al hospital a que le miraran el brazo y la pierna- dijo Michael cortésmente, acercándose a ella que seguía caminando y dándole la espalda.
-No es nada, sólo me he torcido el tobillo.
Michael le agarró el brazo y Amy lanzó un grito de dolor. Se apartó de él y lo fulminó con la mirada.
-¿No es nada?- dijo Michael arqueando las cejas- Seguramente te has roto el hueso...
-No iré al hospital ni a ningún sitio hasta que me contestes a algunas preguntas- dijo ella intentando mantener la calma- ¿Esa casa es tuya?
-Sí- mintió Michael- Y será mejor que entremos dentro, está oscureciendo.