12 ago 2011

Capítulo 9

Amy despertó con todo el cuerpo dolorido. Tardó unos segundos en recordar lo que había pasado y dónde se encontraba. Miró el reloj de pared encima de la chimenea, eran las cinco y diez de la mañana. Paseó la vista por la habitación y divisó a Michael, todavía durmiendo, en el suelo. Era muy temprano aún, pero el dolor en su brazo había hecho que despertara. Era casi insoportable, en aquellos momentos deseaba con todas sus fuerzas ir al hospital. Miró a Michael que estaba boca abajo con la cara giraba hacia ella. Amy lo observó durante un momento dormir. Se levantó del sofá con dificultad dispuesta a despertarlo y comprobó agradecida que el tobillo no le dolía tanto y podía andar casi con normalidad.
Se acercó hasta donde estaba Michael y se arrodilló a su lado. Éste gruñó un poco y apretó la frente, sin embargo no estaba despierto. Amy se percató de que su respiración era fuerte y estaba bastante agitado.
-Eh, despierta- susurró sacudiéndole el brazo.
Michael abrió sus enormes ojos de par en par, sorprendido y asustado. Miró a su alrededor y se calmó un poco. Luego miró a Amy con el ceño fruncido y farfulló algo como "qué hora es".
-Estabas soñando- dijo ella todavía arrodillada a su lado.
-¿He dicho algo de lo que me podría arrepentir?- dijo él con una risita, frotándose los ojos.
-No- dijo Amy seriamente- Creo que era una pesadilla.
-Bueno, no me acuerdo- dijo él levantándose y ayudando a Amy a hacer lo mismo- Tienes mala cara, supongo que ese brazo no te ha dejado dormir. Será mejor que te acompañe al hospital, aunque está un poco lejos ¿Puedes andar?
Amy asintió.
-Antes quiero hacer mi trabajo- dijo ella sospechando que si se marchaba quizás no volvería a encontrarlo.
-Eres muy testaruda- dijo él algo molesto- Te repito lo que te dije ayer, no creo que puedas...
-Puedo hablar y escuchar, eso es lo que cuenta- dijo ella desafiándole con la mirada y sentándose en el sofá- Antes de nada querría saber por qué demonios se marchó de su propiedad cuando fuimos mi compañero y yo a interrogarle.
Michael, que permanecía de pie en frente de ella, no contestó inmediatamente. Meditó su respuesta un momento y finalmente dijo.
-No pensé que fuera importante.
Amy lo observó con detenimiento y se percató de que estaba aterrado y evitaba mirarla a los ojos.
-¿Le ocurre algo, Jackson?- dijo ella con suspicacia.
Michael frunció el ceño al comprobar que ella seguía dispuesta a hablarle formalmente.
-No, bueno ¿No se supone que en estas situaciones uno tiene derecho a un abogado?
-¿Cree que lo necesita?
-No... bueno, a decir verdad...
Amy lo miró ansiosa, cada vez estaba más intrigada.
-¿Me está insinuando que está involucrado en el asesinato de Nicholas Corozzo?- dijo Amy hablando despacio.
-Te voy a ser sincero- dijo Michael suspirando- No recuerdo absolutamente nada de lo que hice el día en que asesinaron a ese hombre.
Amy meditó durante unos segundos y lo miró inexpresiva. No esperaba que Michael le diera esa respuesta, y ciertamente no sabía cómo reaccionar. Le había pillado completamente desprevenida.
-¿Estuvo usted en la escena del crimen aquella tarde?- dijo ella rápidamente.
Michael se frotó el brazo nervioso. Quería ser sincero, pero estaba seguro de que se arrepentiría de su decisión.
-Estuve- dijo suspirando y mirando al suelo.
Amy se quedo estupefacta ¿Estaba Michael Jackson confesando ser el responsable de la muerte de un hombre?
-¿Mataste a Nicholas Corozzo?- dijo ella casi sin aliento.
-Espero que no- dijo el tapándose la cara con ambas manos- No recuerdo nada, lo juro.
Amy lo miró incrédula.
-¿Es consciente de que voy a tener que detenerlo?- dijo sin poder evitar compadecerse de él.
-No, por favor- dijo él casi en un susurro- Yo... no soy así, jamás le haría daño a nadie.
-Entonces ¿Qué hacía allí?
-¡No lo sé!- dijo Michael al borde de las lágrimas- Simplemente desperté en una habitación en la que no recordaba haber estado nunca, había un hombre muerto en el suelo y un arma de fuego en mi bolsillo.
Mantenía su cara escondida entre sus manos. Después de un momento de silencio Michael empezó a sollozar.
-Te he salvado la vida...- dijo con voz ahogada.
Amy lo miró abrumada y un poco ofendida.
-¿Y a que viene eso?
-Me debes una - dijo él arrodillándose junto al sofá, frente a ella- Por favor, tienes que ayudarme, tengo que averiguar lo que pasó.
-Señor Jackson, es mi trabajo. Usted me ha insinuado que podría ser el asesino de Corozzo y yo no tengo más remedio que detenerlo- dijo Amy pensando en que detenerlo en las condiciones en las que se encontraba era algo impensable.
-Por favor- repitió él con un hilo de voz. Ahora estaba más cerca de ella y la miraba con sus enormes ojos llenos de lágrimas. Amy sintió un escalofrío. Él parecía tan sincero y estaba tan afligido...
-Tenemos agentes especializados en psicología que podrían ayudarle a recordar todo lo que pasó- dijo ella desconcertada.
-No lo entiendes- dijo él levantándose y tapándose la cara con ambas manos- ¿Qué va a pensar la gente de mí? ¿Qué van a pensar mis fans si se me acusa de semejante atrocidad? Toda clase de rumores acerca de mi empezaran a circular por todas partes.
-Pero yo... no puedo hacer nada...
-Sí puedes- dijo Michael dándose la vuelta y mirándola directamente a los ojos- Sólo guardame el secreto, ayúdame a descubrir que pasó aquel día.
Amy no dijo nada.
-Si soy culpable estoy dispuesto a ir a la cárcel y pagar por lo que hice- dijo él con voz temblorosa- pero si no lo soy, simplemente podré seguir con mi vida como si nada, nadie sabría que he estado involucrado en este asunto...
Amy meditó durante un momento. ¿Estaría dispuesta a sacrificar su puesto de trabajo por un hombre al que apenas conocía? Después de todo, él le había salvado la vida. Sin él no la hubiera salvado, en esos momentos probablemente estaría aun en ese sucio agujero, y probablemente al día siguiente estaría muerta.
-¿Que quieres que haga entonces?- dijo pensativa.
-Que cuando salgas de aquí no digas a nadie dónde estoy- hizo una pausa- Y que evites a toda costa que la prensa se entere de todo este asunto.
Amy no dijo nada. Lo miró asustada, no sabía qué hacer. Michael vio su inseguridad y se volvió a arrodillar frente a ella agarrándole las rodillas.
-Quiero que me ayudes a recordar- dijo fijándo sus ojos, enrojecidos por el llanto, en los de ella.
Amy se quedó muda, mirándolo indecisa. Tomó una decisión, de la que probablemente se arrepentiría más adelante.
-Está bien- dijo ella entrecortadamente- Pero... tú también tienes que prometerme algo a mí.
-Lo que sea.
-Prométeme que pase lo que pase y recuerdes lo que recuerdes, no vas a huir de la justicia.
Michael asintió de inmediato.
-Tienes mi palabra.
Amy le creyó, sin embargo no estaba más tranquila.
-Por favor, llévame al hospital ahora- dijo en un débil susurro. Se sintió mareada. Michael dijo algo, pero no lo escuchó. Pese a todo asintió. Intentó levantarse pero sus piernas no parecían querer moverse. Se sintió débil y cada vez más mareada. La oscuridad se cernió sobre ella y sintió que se caía al suelo.

Despertó en una habitación en el hospital. Estaba iluminada en exceso y todo estaba blanco e inmaculado. ¿Qué había pasado? Se sentía cansada. Miró a su derecha y se sobresaltó al ver a un hombre, que llevaba un sombrero fedora, unas gafas de sol y una mascarilla quirúrgica, sentado en un sillón. Éste se quito la mascarilla y las gafas al ver su cara de sorpresa.
-Eh ¿Estás bien?- Preguntó Michael preocupado.
Amy asintió sin prestarle demasiada atención.
-¿Te duele el brazo?- siguió preguntando.
-No- dijo ella inexpresiva. Era cierto, no sentía dolor en el brazo. Lo miró y se percató de que estaba escayolado.
-Te han suministrado un calmante para aliviar el dolor- dijo él con una leve sonrisa.
-¿Qué me ha pasado?- dijo ella desviando la mirada.
-Te desmayaste- explicó él nervioso- El doctor dice que puede deberse al dolor del brazo. También dice que tienes la tensión muy irregular, así que quizás también sea por lo que te dije.
Desvió la mirada sintiéndose culpable.
-Quizás sea demasiado para ti- añadió.
-No lo sé- dijo ella molesta- Las cosas se pueden poner muy feas, supongo eres consciente de eso. No solo estoy arriesgando mi puesto de trabajo con esto, sino que también estoy dificultando una investigación policial.
-Lo sé y te lo agradezco.
Ella lo miró aterrada.
-Será mejor que descanses y te olvides por un momento del asunto, no me gustaría que te diera un síncope ni nada por el estilo- dijo él levantándose y dirigiéndose a la puerta mientras se colocaba la mascarilla quirúrgica- Me voy a casa, no quiero molestarte más.
Amy asintió y lo observo mientras salía. Se percató del teléfono encima de la mesita junto a la cama y se incorporó. Marcó el número del despacho del inspector Carpenter y aguardó ansiosa a que éste cogiera el teléfono.
-Inspector Carpenter- se oyó la voz potente del inspector por el auricular.
-Inspector, soy Cohen- dijo ella nerviosa.
Hubo un momento de silencio.
-Agente Cohen, espero que tenga una buena excusa para no haber asistido a trabajar ayer por la tarde y esta mañana y me gustaría saber también por qué no ha contestado a mis llamadas- dijo él malhumorado.
-Lo siento, estoy en el hospital- dijo ella rápidamente.
-¿Y está bien? ¿Qué le ha ocurrido?- dijo el inspector con más calma.
-Me caí por un foso en el bosque es... una larga historia- dijo ella no queriendo dar muchos detalles- me he roto el brazo, no ha sido nada serio. He perdido mi teléfono móvil...
-Menos mal, supongo que tendré que darle algunos días libres y conseguirle otro móvil para el trabajo. Le asignaré al agente Dickens el caso en el que está trabajando con Miller, no tiene de que preocuparse.
-No, no es necesario- dijo ella rápidamente- Me pasaré esta tarde por allí y seguiré con el caso.
El inspector Carpenter se mantuvo en silencio al otro lado de la línea.
-¿Está segura?- dijo finalmente.
-Segurísima.
-Está bien, la veo esta tarde entonces- dijo conforme y sin quebrarse mucho la cabeza. Típico de él.
Amy le dio las gracias y después de despedirse colgó el teléfono.
Sentía un nudo en el estómago. Se sentía atrapada, entre la espada y la pared. Realmente creía que le debía lealtad a Michael. Pero por otra parte, estaba fallando a la justicia.
Se levantó de la cama y, para su sorpresa, la ropa mugrienta con la que había llegado al hospital estaba limpia y cuidadosamente doblada a los pies de la cama. Se vistió rápidamente, dejó la ropa de hospital en el sillón y se fue sin siquiera hablar con un doctor. Ni siquiera le habían dado el alta. Sólo quería ir a casa darse un baño y evadirse por un momento de sus inseguridades.

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