5 ago 2011

Capítulo 7

Amy atravesó la carretera con decisión y se internó en el bosque. Empezó a correr despacio, siguiendo el sendero y sintiendo una brisa fresca que le azotaba el rostro. El silencio del bosque se veía quebrado por el sonido de las pisadas de Amy y el canto de algunas aves. Después de correr durante un rato, empezó a sentir calor. Se quitó la chaqueta azul marino y se la ató a la cintura. Decidió salirse del camino y explorar más allá, no creía poder perderse. Siguió caminando hasta que llegó a una zona más espesa, donde había más árboles y la visibilidad era un poco escasa, sin embargo logró divisar a lo lejos una cabaña. Sin perderla de vista y apartando las ramas de los árboles que le impedían el paso, siguió andando sin mirar al suelo.
De pronto sintió como la tierra se hundía bajo sus pies y caía por un oscuro foso. Intentó agarrarse a alguna raíz suelta o cualquier cosa que sobresaliera de las húmedas paredes del hoyo. No lo logró y en lugar de eso se golpeó fuertemente el brazo con una enorme piedra que sobresalía de dichas paredes de tierra antes de caer sobre un montón de hojas secas que amortiguaron la caída. Sintió un agudo dolor en el tobillo, pero uno aun mayor en el brazo. Lo apretó contra su cuerpo y arrugó la frente en un gesto de dolor. También sintió un escozor en el labio inferior, en la frente así como en los brazos, se habría arañado con alguna raíz al caer. Miró asustada hacia arriba y comprobó que había caído en un agujero demasiado hondo, unas paredes de oscura tierra se extendían a más de siete metros por encima de ella. Percibió un fuerte y nauseabundo hedor, y comprobó que varios cadáveres de animales en descomposición rodeaban el montón de hojarasca sobre el que había caído. Se levantó horrorizada tampándose la nariz e intentando no vomitar. Volvió a sentir dolor en el tobillo, probablemente se lo había torcido. Debía mantener la calma e intentar salir de allí. Se acercó a una de las paredes y comprobó que había muchas raíces sobresaliendo de ella, sin embargo sentía un dolor en el brazo tan insoportable que no se creía capaz de escalar. Allí abajo hacía una calor terrible. Miró su reloj de pulsera. Las agujas marcaban las cuatro y cuarto, debía de estar de vuelta al trabajo a las cuatro y media. Además, no quería quedarse allí abajo eternamente y morir de sed, hambre, o tal vez de miedo. Desesperada, optó por pedir auxilio a gritos con la esperanza de que quien habitara en la casa que había visto, pudiera oírla.
-¡Socorro! ¿¡Alguien me oye!?
Se quedó callada un instante intentando percibir algún sonido relevante, pero solo escuchó el viento moviendo las hojas de los árboles unos metros más arriba. Siguió gritando durante un rato más, pero finalmente desistió. Nadie podía oírla.


Michael observó el reloj de pared que había sobre la chimenea mientras acababa de fregar el suelo. Se pasó la mano por la frente sudorosa y frunció el ceño. Pasaban de las ocho y no había comido nada desde el día anterior por la tarde. Un sonido que provenía de su tripa le indicó que, efectivamente, tenía hambre. Pronto anochecería y decidió que tendría que salir a buscar quizás alguna fruta. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón y extrajo una mascarilla quirúrgica de él ¿Era posible ir a la ciudad con el rostro cubierto con ella y que no lo reconocieran? La volvió a meter en el bolsillo descartando esa posibilidad, no se arriesgaría por el momento. Después de acabar con su tarea, se puso su chaqueta, cogió la mochila y salió al bosque en busca de algo que pudiera comer.


Amy permanecía acurrucada encima de la hojarasca, sollozaba y se abrazaba a sí misma. Tenía mucho miedo y llevaba horas gritando en vano. El brazo le dolía mucho, seguro que se lo había roto. Se preguntaba qué sería de ella cuando oscureciera. Un sonido parecido al de unos pasos la hizo sobresaltarse y prestar atención. En efecto, se trataba de unos pasos.
-¡SOCORRO!- gritó lo más fuerte que pudo.
Los pasos se detuvieron en seco. Una cara conocida se asomó por el hueco. Amy no pudo identificarlo debido a la distancia y a la semioscuridad que se cernía sobre ella.
-Ayúdame, por favor- lloró ella.
-¿Estás bien?- preguntó la persona con voz suave.
-Me duele mucho el brazo.
-Está bien, voy a intentar sacarte de ahí- dijo la voz con nerviosismo- ahora vuelvo, voy a buscar algo que me ayude.
Amy escuchó los pasos que se alejaban y aguardó impaciente. Después de un cuarto de hora que se le hizo eterno, la persona volvió a aparecer. Lanzó una larga cuerda hacia abajo y le dijo a Amy:
-Agárrate a ella como puedas, voy a tirar hacia arriba.
Amy se amarró con dificultad, debido a que uno de los brazos le era prácticamente inútil, la cuerda a la cintura.
-Estoy lista- dijo nerviosa.
La persona tiró de la cuerda hacia arriba mientras Amy iba escalando lentamente y con dificultad por las raíces de las paredes. Después de un rato que a ambos se le hizo interminable, Amy consiguió llegar arriba. La luz del crepúsculo le cegó los ojos, sintió que tiraban de ella y que alguien la abrazaba.
-¿Estás bien?- volvió a preguntar aquella persona mientras le acariciaba la cabeza.
-Sí- dijo Amy confusa.
Se sentía reconfortada en los brazos de aquel hombre. Se separó un poco de él dispuesta a darle las gracias por lo que había hecho por ella, pero se quedó sin habla al mirarle a la cara. Entonces se alejó bruscamente de él y lo miró boquiabierta, sin saber qué decir. Michael notó su sorpresa y sonrió un poco, pero antes de que pudiera decir nada, Amy se recobró del impacto.
-¡Michael Jackson!- gritó enfadada.
Michael la miró confuso y comenzó a dudar acerca de la integridad mental de Amy. Ella se dio cuenta de que estaba actuando de manera extraña y le tendió una mano.
-Agente Cohen- dijo con una voz sorprendentemente firme y esperando a que éste reaccionara de manera extraña.
Michael no le apretó la mano ni dijo palabra. Ahora el que estaba sorprendido era él. Abrió exageradamente sus enormes ojos oscuros y hizo una mueca extraña. Abrió la boca hablar, pero Amy se le adelantó.
-¿Algún problema, Jackson?- dijo Amy aparentemente satisfecha por la reacción de este, todavía con la mano tendida hacia él.
-No, ninguno- dijo Michael, finalmente estrechándole la mano e intentando aparentar seguridad.
Amy volvió a agarrarse el brazo con un gesto de dolor.
-Tenemos que hablar- dijo mientras comenzaba a caminar cojeando un poco, y adelantando a Michael. Estaba hecha un desastre, estaba cubierta de tierra y sudor. Tenía los brazos llenos de arañazos y probablemente también el rostro. Empezó a sentir frío, se percató de que su chaqueta se había quedado en el foso.
-Creo que debería ir al hospital a que le miraran el brazo y la pierna- dijo Michael cortésmente, acercándose a ella que seguía caminando y dándole la espalda.
-No es nada, sólo me he torcido el tobillo.
Michael le agarró el brazo y Amy lanzó un grito de dolor. Se apartó de él y lo fulminó con la mirada.
-¿No es nada?- dijo Michael arqueando las cejas- Seguramente te has roto el hueso...
-No iré al hospital ni a ningún sitio hasta que me contestes a algunas preguntas- dijo ella intentando mantener la calma- ¿Esa casa es tuya?
-Sí- mintió Michael- Y será mejor que entremos dentro, está oscureciendo.

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