12 ago 2011

Capítulo 8

Los dos se dirigieron hacia la casa sin articular palabra. Michael tenía un nudo en la garganta. No sabía a qué preguntas se podía enfrentar. Amy por su parte, se concentraba en su brazo. Creía que se lo había roto, bueno, estaba convencida. Pero a pesar del dolor que le causaba, no le importaba, en ese momento lo único que quería hacer era interrogar a Michael. Todo lo demás era secundario.
El silencio que mantenían durante el trayecto era bastante incómodo para ambas partes, pero fue Michael el que decidió romperlo, puesto que se dio cuenta de que la chica no estaba dispuesta a decir nada.
-Si no es mucha molestia… ¿podrías decirme cómo has llegado a parar ahí abajo?
Amy frenó en seco y se giró para mirar a la cara a Michael. En ese momento, este se dio cuenta de que le sangraba el labio. La miró de arriba a abajo. Amy se abrazó a sí misma, y comenzó a temblar de frío. Michael reaccionó rápidamente y se quitó la chaqueta para ponérsela a ella.
-Te lo digo en serio, creo que deberías ir a un hospital a que te vean. No tienes muy buena pinta.- Dijo mientras que le pasaba la chaqueta sobre los hombros.
- No, estoy bien.- Dijo Amy a sabiendas de que no lo estaba.- Puedo esperar a hacerle el interrogatorio, señor Jackson.
-Llámame Michael. Y no estoy tan convencido como tú.
-Se lo aseguro. Además, ese no es su problema- dijo ella un poco desconcertada por el hecho de que él la tuteara y que aparentemente se preocupara por ella.
Michael se quedó cortado. Esa chica tenía carácter, y mucho. No volvió a pronunciar ni una sola palabra, hasta que llegaron a la entrada de la casa. Abrió la puerta y le cedió el paso a ella, para que entrara primero.
Amy miró el interior de la estancia con extrañeza. Le parecía demasiado raro que una persona como el mismísimo Michael Jackson, conocido por sus excentricidades, pudiera llegar a pasar más de dos minutos en semejante lugar.
-Bueno señor Jackson, comencemos con el interrogatorio.- Dijo con voz temblorosa, mientras que se sentaba en el viejo sofá y se recolocaba la chaqueta sobre los hombros.
-Te he dicho que me llames Michael. Y perdóname, pero creo que no estás en condiciones de hacer ningún tipo de interrogatorio. Espera aquí un momento.- Dijo dirigiéndose a la otra punta de la habitación.
Sacó una camisa blanca de un cajón de la vieja cómoda donde tenía colocada su ropa y la desgarró ayudándose de la boca. Amy le miraba extrañada, pero no le importaba lo que hiciera. En ese momento solo quería cerrar los ojos y dormir, pero no podía, tenía que llevar a cabo su tarea.
-Permíteme un momento.- Dijo Michael mientas le agarraba el brazo con la mayor delicadeza posible.
Le pasó la venda improvisada por debajo de este para luego atársela por detrás del cuello. Amy hizo un gesto de dolor.
-Lo siento. Mañana te llevaré a algún hospital, pero hasta entonces, será mejor que tengas el brazo así.- Dijo Michael mientras que terminaba de atarle la venda.
-¿Mañana? Disculpe, pero ¿No pretenderá que pase la noche aquí? Me iré lo antes posible.
-¿Cómo? ¿Pretende usted que deje que una dama se adentre en el bosque con la oscuridad que hay, y la cantidad de animales salvajes con los que se podría encontrar? Un caballero como yo no haría eso, señorita… Cohen.- Dijo haciéndose el caballero y dudando un poco a la hora de nombrar a la policía.
-Mi nombre es Amy. Creo que será mejor que me vaya. Mañana volveré a hacerle el interrogatorio.- Dijo cambiando de opinión repentinamente, mientras intentaba levantarse del sillón sin éxito aparente.
-¡Ey! ¿A donde te crees que vas? No lo dices en serio, ¿no? Mírate. No puedes ni caminar. Además, está muy oscuro, y con suerte, lo menos que te podría pasar es caer por otro de esos agujeros.
La idea de que cabía la posibilidad de volver a estar atrapada en otro hoyo lleno de cadáveres de animales aterrorizó a Amy durante una fracción de segundo. Pero no se retractó de su opinión. No pensaba quedarse a dormir en ese sitio, en el que por cierto, solo había un sofá. Ni siquiera una cama en la que poder tumbarse a descansar.
-¿Y qué es lo que pretende, señor Jackson?- Preguntó Amy esperanzada, pensando que le podría decir que podía pedir algún tipo de vehículo, o que alguien podría venir a buscarla. Era Michael Jackson. ¿Qué menos que eso?
-Pues, simple y llanamente, pretendo que pases la noche aquí. No estás en condiciones de ir a ningún lado.
-¿Cómo?- Dijo Amy indignada, a pesar de que sabía que era su mejor opción.- Yo no me puedo quedar aquí a dormir con... usted.
-¿Y por qué no?- replicó Michael, pero inmediatamente se percartó de lo incómoda que estaba ella y se ruborizó ligeramente- Prometo dejarte dormir en el sofá, yo dormiré en el suelo.
- No, no y no.- Amy se palpó los bolsillos con la mano que le quedaba libre en busca de su teléfono móvil.- No puede ser… ¡Mierda!
-¿Qué pasa?
-Mi móvil… se quedó en el agujero… ¿Y ahora qué hago? Necesito avisar a alguien para que venga a recogerme.
-Yo te prestaría el mío, pero es que da la casualidad de que aquí no hay cobertura.- Dijo Michael con una sonrisa burlona.
- No me hace gracia… Necesito volver a casa.
-¿Ya no te apetece jugar a los policías?- dijo él burlón.
Amy lo miró ofendida.
-Perdone, pero esto no es ningún juego. De hecho es bastante serio y yo que usted estaría preocupado.
-Lo sé, solo era una broma- dijo él algo turbado, encogiéndose de hombros- Deberías de relajarte un poco ¿sabes?
Amy lo fulminó con la mirada.
-Realmente creo que deberías quedarte aquí esta noche. No tienes opción.
Amy caviló unos segundos. Sabía que lo mejor que podía hacer era pasar la noche allí, porque de no ser así y salir al bosque con la oscuridad que se cernía sobre él, no llegaría a su casa.
-Me quedo, pero mañana a primera hora me voy por esa puerta- dijo señalando vagamente la entrada de la casa.
- Genial.- Dijo Michael aparentemente ilusionado.
Amy no comprendía esa ilusión por su parte, pero estaba cansada, quería dormir, así que decidió acurrucarse en el sofá.
-¿Qué haces?- Preguntó Michael extrañado.
-¿Intentar dormir?- dijo ella de mala gana.
-¿Con esa ropa sucia de… tierra y vaya Dios a saber qué?
Amy lo miró con el ceño fruncido.
-Si quieres puedo dormir desnuda- dijo malhumorada.
-No, yo no me refería...- dijo Michael avergonzado- Yo... si quieres te puedo prestar una camisa mía.
Amy se quedó en silencio. Su ropa olía mal, además de estar bastante mojada debido a la humedad que había en el agujero. Sin embargo no le gustaba la idea de compartir ropa con un hombre desconocido.
-No hace falta, pero de todas formas agradezco el gesto- dijo ella tumbándose y dándole la espalda para que no se percatara del rubor que había aparecido en sus mejillas.
-Está bien- susurró Michael aparentemente desilusionado lo que hizo que Amy se sorprendiera aun más.
Buenas noches, Michael- dijo ella cerrando los ojos.
Michael se sorprendió al escuchar a la agente pronunciar su nombre.
-Buenas noches, Amy - Respondió éste con una sonrisa.
No tardó mucho en quedarse profundamente dormida. Michael se quedó un rato contemplándola maravillado. Esa muchacha era preciosa. Extendió su chaqueta en el suelo y se tumbó sobre ella, justo a los pies del sofá. Tenía frío, aunque Amy también. Lo sabía ya que en ocasiones tiritaba, así que decidió coger la chaqueta y extendérsela por encima con mucho cuidado para no despertarla. Para entrar en calor él mismo, echó unos palos a la chimenea, y tras encenderlos, cerró la puerta con llave y se tumbó de nuevo en el suelo para finalmente, sucumbir ante el poder del sueño.

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